En mi cuadrilla, en Bilbao, nos reíamos a veces haciendo planes de ir a algún parque a tocar la «guitarra estatal» mientras comíamos un bocadillo de «tortilla estatal». Ya éramos entonces conscientes del tabú social que las meras palabras «España» y «español» suponían, y en gran parte lo siguen haciendo, entre grandes capas de la población del País Vasco. Entre nosotros ninguno votábamos nacionalista, pero este tabú también nos alcanzaba (aunque al ser conscientes de ello lo convertíamos en chiste; pero no por ello dejábamos de sentirlo).
El jugador del Athletic Markel Susaeta ayer volvió a traer a la actualidad este tabú de forma muy gráfica. En la comparecencia en prensa de su debut en la selección, hablando de la importancia del partido pese a no ser de competición oficial, comenzó «pero bueno, sabemos que nosotros, eh, representamos a…», y ahí titubeó unos segundos, y continuó «a una cosa que, que bueno, que tenemos que darlo todo, y… y respetar bajo todos los conceptos».
Las interpretaciones se sucedieron. Al día siguiente él dijo que se había querido referir al «estilo de juego» de la selección. Es una forma de salir del paso, pero es obvio que estuvo a punto de decir «representamos a España», o algo similar; se encontró con el tabú, y lo reconvino como pudo. Terminó la frase hablando de «(cosa que hay que) respetar bajo todos los conceptos», demostrando que no lo decía por maldad, pero la polémica estaba montada.
Es verdad que son las palabras de un futbolista, y que no tienen una gran trascendencia. Más relevante que llamar a España «cosa» es, por ejemplo, tildarla de «concepto discutido y discutible«, sobre todo cuando no lo dice un futbolista nervioso, sino el Presidente del Gobierno en sede parlamentaria. Recordamos las acusaciones vertidas sobre el PSOE de no atreverse a emplear la palabra «España» y usar constantemente a cambio «este país«. Y la poca presencia de la bandera oficial en determinados eventos, sobre todo del ámbito de la izquierda.
Y es que uno de los efectos que ha dejado el franquismo ha sido asociar, en la mente de mucha gente, los símbolos oficiales españoles a dicho periodo. En lugares como Bilbao es obvio: no se trata de que un nacionalista sienta la bandera española como ajena (lo que sería coherente); se trata de que la siente como un resto de la dictadura. Y lo mismo le ocurre con el propio nombre «España». Pero es que esta sensación no es extraña tampoco a lugares tan indiscutiblemente españoles como Madrid. Hay quien puede acusar a «la derecha» de haber hecho partidistas esos símbolos, y quien puede acusar a «la izquierda» de haber renunciado a ellos. Pero esa desafección es real. Un amigo me decía hace poco que muchas cosas no se arreglarían hasta que decir «Viva España» en España se sintiera como algo tan normal (e incluso integrador) como en Francia lo es decir «Vive la France».
Pero en esta atmósfera vivimos. Por eso no creo que haga falta achacar, como se ha hecho desde otro ámbitos, la actitud de Susaeta al «clima de miedo«. Sí es verdad que en determinados ambientes existe presión social. Si el futbolista hubiera dicho «representamos a España», hay quien se lo habría echado en cara al volver, es cierto. Pero en cualquier caso, cuando en el mismo Madrid sigue habiendo recelo en utilizar el nombre del propio país, la cuestión va más allá de Euskadi y de las comunidades con nacionalismo. Y es bueno ser conscientes de ello.
(y para dar el último toque al argumento, ¿qué mejor que Vaya Semanita?)