Hace unos meses escribía sobre cómo el sistema de partidos vascos estaba, en mi opinión, en vías de simplificarse hacia un esquema cuatripartito sobre los ejes izquierda-derecha y nacionalismo-no nacionalismo. Las elecciones del 21 de octubre confirmaron, al menos por ahora, esta evolución, dejando sólo en el Parlamento Vasco a PNV, PP, PSE y EH Bildu (con la única excepción de UPyD, a mi entender, causada por el efecto distorsionador que aún supone que ETA no haya terminado de disolverse).
Una de las conclusiones que sacaba era que «una vez pase el tiempo suficiente para borrar los efectos electorales de ETA, veremos más opciones de pactos que las que hemos visto hasta ahora», siendo una de las más claras la opción PSE-EH Bildu. De no haber sido por ETA, esto hubiera podido ocurrir hace mucho: a fin de cuentas un eje similar es el que trajo el «Tripartit» en Catalunya (coalición PSC-ERC-Iniciativa) en los 2000. Pero, obviamente, el PSE no podía tener una relación política normalizada con el partido que, cuando Fernando Buesa fue asesinado, su valoración fue que «sólo puede entenderse desde un sentimiento de fracaso colectivo» apelando a la «responsabilidad política de todos».
Sin embargo, tres años después de los últimos asesinatos de ETA, tras la declaración de alto el fuego permanente de 2011, y la revocación por el Tribunal Constitucional de la ilegalización de Bildu, parecía que era cuestión de tiempo que la relación e incluso el trabajo en común entre los dos grandes partidos vascos de izquierdas comenzara a ser posible. Entendíamos, eso sí, que para que tal cosa pudiera ocurrir debería pasar un mínimo de una década, aparte de otras circunstancias como el desarme y disolución final de ETA, que aún no han ocurrido.
No obstante, en las últimas semanas ha habido varios movimientos que parecerían apuntar a una aceleración de este proceso. En concreto:
- El 19 de diciembre, el PSE pactó con Bildu los Presupuestos Generales de Gipuzkoa (donde Bildu es la fuerza mayoritaria), declarando que había que «tender puentes» y «recuperar el diálogo». La portavoz del PSE en las Juntas de Gipuzkoa fue más explícita: «el entendimiento entre partidos de izquierda es inevitable», a pesar del «pasado doloroso y tormentoso» que existe entre ellos.
- El 30 de diciembre, Idoia Mendía admitió que el PSE acordaría muchas cosas con Bildu, dado que compartían «visiones desde la izquierda».
- El 2 de enero, el secretario general del PSE en Álava defendió llegar a acuerdos con EH Bildu en vez de volver a «pactos indebidos con la derecha» (haciendo referencia al pacto con el que el PSE dio la diputación de Álava al PP; sí aprobó, sin embargo, el pacto con el PP que dio el puesto de lehendakari a Patxi López). Justificó su actitud aludiendo al «final de ETA como acontecimiento que cambiaría de raíz la política de pactos».
- El 10 de enero, el portavoz del PSE en el Ayuntamiento de San Sebastián apreció «voluntad de negociar los presupuestos» en Bildu.
En resumen, a pesar de que muchos de estos movimientos puedan entenderse como una forma de presionar al PNV y su Gobierno Vasco monocolor, el resultado puede ser que se acelere el acercamiento entre ambos partidos. Si un pacto global PSE-Bildu parecía imposible hasta dentro de varias legislaturas, quizás deje de parecerlo antes de lo que ahora creemos.
(Eso sí: el PSE no está siendo el único en ese camino. El presidente del PP de Gipuzkoa, Borja Semper, ha dicho hace poco en la revista JotDown que «El futuro de Euskadi se debe construir también con Bildu», que «Bildu no es ETA», mientras que Javier Maroto, alcalde de Vitoria por el mismo partido, ha apoyado llegar a «acuerdos en otros foros» con Bildu; siendo contestado duramente, eso sí, por Basagoiti)