Nombres para un país: Euzkadi / Euskadi

Continúo con la serie de posts sobre los nombres que se han dado a la zona habitada por las gentes de habla vasca a lo largo de la historia. En el post anterior hablamos de «Euskal Herria«, y hoy voy a tratar una denominación que surgió en un momento concreto, con una motivación muy específica, unas raíces discutidas, y que ha tenido una interesante evolución desde entonces. Hablaré de «Euzkadi/Euskadi».

La palabra «Euzkadi» como nombre para el País Vasco fue acuñada por Sabino Arana en 1896. No se trata de un término histórico, de significado más o menos definido, sino de una creación ex-novo, dentro de un proyecto político determinado (el del nacionalismo vasco original).

¿Por qué Arana considera necesario crear un nuevo nombre en vez de utilizar Euskal Herria, que, como vimos, estaba en uso desde hacía siglos, o alguna otras de las denominaciones empleadas en esa época, como Vasconia o Euskeria? Parece que su idea era la de distinguir los nombres que identificaban una «realidad cultural» (histórica, como Vasconia, o lingüística, como Euskeria) de los nombres que identificarían, a partir de ese momento, una realidad política que estaba por construirse. Por otra parte, consideraba «españoles» a nombres como los antedichos. Y por último, ese proyecto político no podía estar determinado por la lengua, dado que gran parte del país ya no la hablaba (y una de sus obsesiones había sido la de restar importancia al factor lingüístico en la construcción nacional). Esa necesidad de diferenciación le llevó a crear un nuevo término que automáticamente quedó cargado de las connotaciones propias de su origen.

Esa diferenciación tuvo éxito fuera incluso del ámbito de su partido: es conocida la cita de un censor español de 1973 (sacada del libro de Joan Mari Torrealdai, La censura de Franco y el tema vasco), y popularizada por este artículo:

«En opinión del lector que suscribe, es preciso fomentar, estimular y ayudar todas aquellas obras en las que aparece la vieja y gloriosa sana palabra Euskal Erria, usada todavía por los auténticos y nobles vascos. Es un criterio que no falla.

NOTA: La diferencia que existe entre decir GORA EUZKADI y GORA EUSKAL ERRIA es la siguiente:

GORA EUSKAL ERRIA: Viva España y Vasconia
GORA EUZKADI: Viva y fuera España»

¿Y cómo acuñó Arana la palabra? Hay mucha literatura al respecto, por lo que es muy posible que se me escape algún detalle. Pero en síntesis, compuso la palabra a partir de la raíz «euzko» y la terminación «di».

«Euzko» era una raíz que no existía hasta entonces. Como vimos, la raíz empleada históricamente para designar lo vasco había sido «eusk-«, con «s», y relacionada directamente con el nombre de la lengua, «euskera», que a su vez provenía simplemente de un verbo «hablar»: así, no existió, que sepamos, una raíz identificadora de la etnia, más allá de la identificación por medio de la lengua.

Siguiendo a Xabier Zabaltza en su interesantísimo artículo «El significado oculto de la palabra ‘Euzkadi’«, Arana originalmente crea «euzko» por etimología regresiva. Había interpretado «Bizkaia» como «be-euzko-dia» (de «behe», «bajo»: «conjunto de los vascos de abajo»), por lo que, dado que «Bizkaia/Vizcaya» aparece sistemáticamente con «z» en ambas lenguas, reinterpretó los términos de «vasco» para que «recuperaran» dicha «z». Posteriormente, en 1901, dio al término otra explicación: relacionó «euzko» con la palabra vasca para el sol, «eguzki» (en algunos dialectos, por caída de la consonante, «euzki»), al igual que, según se decía, el nombre de Grecia (Hellas) estaba relacionado también con el del sol (Helios), etimología que tampoco es correcta.

Y la terminación «-di», que para Arana era un sufijo colectivo, y que después fue empleado en otros neologismos (como «gaztedi», «juventud»), es también una invención, en este caso, de sentido: «-di» es un sufijo toponímico (proviniente de un antiguo «-doi») que designa colectivos habitualmente vegetales: «pagadi», «hayedal», de «pago»+»-di», o «harizti», de la que sale el apellido Aresti, «robledal», de «haritz»+»di», por ejemplo (se ha defendido que «-di» pudiera expresar otro tipo de colectivos, pero no he conseguido localizar ningún ejemplo aún). De ahí que, en expresión ridiculizante, se dijera después que «Euzkadi» significa realmente «conjunto de vegetales hijos del sol» o «bosque de plantas solares».

(Edito para decir que tanto por Twitter como aquí mismo en los comentarios me han dado algún ejemplo de -di usado anteriormente a Arana sin hacer referencia a los vegetales. En concreto, Ricardo Gómez me ha recordado la impresionante tesis de Inés Pagola sobre los neologismos aranistas, disponible en la web de Euskaltzaindia, y en cuya página 389 menciona bastantes ejemplos del uso de -di en no vegetales, como «arraindi» (conjunto de peces) o «aingerudi» (los ángeles), en autores como Etxeberri o Mendiburu. Así que el tema está más abierto de lo que yo creía. Aparte, Pagola recoge la opinión de Sarasola de que, incluso si el sufijo en origen fuera vegetal y se hubiera extendido su uso a otros campos semánticos, esto no tendría nada de excepcional, dado que ha ocurrido con otros tantos sufijos)

El nombre «Euzkadi» se fue popularizando, pero a partir de los años 60 muchos fueron adaptándolo ortográficamente, sustituyendo esa «z» antietimológica por la «s» de «euskal», dando así lugar a la adaptación «Euskadi». Como explica Iñaki Anasagasti, finalmente el Estatuto de Autonomía decide aceptar el nombre, pero con esta nueva grafía «Euskadi» (y obviamente referido sólo a las provincias de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, a las que se aplicaba dicho Estatuto). El PNV sigue empleando aún hoy en día la variante con «z» por motivos históricos e identitarios (de partido), aunque llegó a aceptar, por mor del consenso, la «s». La izquierda abertzale utilizó desde sus inicios la variante con «s» para diferenciarse del PNV (de ahí que el nombre de ETA fue desde el inicio «Euskadi ta Askatasuna», con «s»). Como recordó Jesús Eguiguren, esta discusión ortográfica fue «el primer amago de debate político, al constituirse el primer parlamento de nuestra autonomía», algo que para él era «más que una mera anécdota».

En los años 90, no obstante, comienza en la izquierda abertzale un proceso para abandonar por completo el nombre «Euskadi» (que quedaría asociado sólo a la Comunidad Autónoma del País Vasco) para pasar a reivindicar el uso de «Euskal Herria» como denominación política, superando la dualidad citada anteriormente (de «Euskal Herria» como realidad cultural y «Euskadi» como proyecto político). Iñaki Anasagasti ha escrito en su blog multitud de artículos criticando esta evolución, como éste o éste, en el que llega a decir «Ahora, a la Izquierda Abertzale, le parece que el nombre con el que hemos de referirnos al País Vasco, es el nombre que a Fuerza Nueva le parecía correcto» (Carlos Merino, responsable de Fuerza Nueva en Bilbao, había defendido en 1979 el uso del término «Euskal Herria»).

Esta nueva polémica entre «Euskadi» y «Euskal Herria» (que, en el fondo, en gran medida es una lucha por la hegemonía dentro del nacionalismo vasco) cobró visibilidad cuando en 2007 se cambió el nombre de la selección vasca de fútbol, de «Euskadiko Selekzioa» («Selección de Euskadi») a «Euskal Herriko Selekzioa» («Selección de Euskal Herria»), para enfado del PNV. Éste intentó forzar la vuelta al nombre original en 2008, lo que causó un boicot de los propios jugadores que llevó a la cancelación del tradicional partido amistoso de ese año, que no volvió a celebrarse hasta 2010, con un nuevo y consensuado nombre de «Euskal Selekzioa» («Selección Vasca»).

En cualquier caso, más allá de su origen incierto y de su polémica actual, el nombre Euskadi sigue usándose de forma habitual hoy en día, comprendiendo sólo los territorios de la Comunidad Autónoma Vasca para algunos, o el proyecto político de las siete provincias de habla vasca para otros. Veremos cuál es su evolución en los próximos años.

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Nombres para un país: Euskal Herria

Llevo tiempo queriendo escribir una serie de posts sobre los distintos nombres que se han empleado a lo largo del tiempo para identificar a los vascos. Muchas veces hay detrás de un nombre más de lo que se imaginan los que lo usan, y muchas veces, ese «más» va en direcciones nada predecibles.

De manera que comienzo con un apelativo que, si bien está cobrando un uso mayor actualmente, tiene una larga historia y da claves interesantes sobre aquello que denomina. Uno de los nombres que los vascos se han dado históricamente a sí mismos: «Euskal Herria» (y variantes utilizadas a lo largo del tiempo, como «Euscalerría», «Euscal-Erria» o similares).

Empecemos por lo básico. «Euskal Herria» es un término en lengua vasca (euskera): un nombre compuesto, que se puede traducir aproximadamente por «País Vasco», y en cuya composición se detectan transparentemente dos términos: «Euskal» y «Herria».

«Herria» a su vez se compone de la «-a» final, a modo de artículo (como ya vimos), y de la palabra «herri». «Herri» tiene dos acepciones principales, por ejemplo según el diccionario Elhuyar: «país; tierra; región, comarca», o bien «pueblo, localidad». El Orotariko Euskal Hiztegia nos da más detalles: el significado más antiguo es el de «lugar, tierra, país», general a todos los dialectos; sólo después (sobre todo a partir del siglo XIX) va ampliándose su sentido para denominar a los «habitantes» de dicho país.

Esto es interesante, porque hay quien ha querido dar a «Euskal Herria» un sentido más «étnico» que «geográfico», una traducción más cercana a «Pueblo vasco» (como se tradujo en el propio Estatuto de Gernika), lo que no parece tener sentido: «herri» es «país» en el sentido territorial (no necesariamente político, si se quiere, pero desde luego no meramente poblacional).

euskal-herria

(c) Alfredo León

Y ahora vayamos al segundo elemento: «Euskal». Su significado es claro: es la forma compositiva (o sea, la forma usada como primer elemento de un nombre compuesto, como aquí) de la palabra «euskara», el nombre propio de la lengua vasca. No está claro el origen de este cambio de «-ra» a «-l», que ocurre en pocos casos: si aceptamos que «euskara/euskera» proviene de una forma antigua «*enuskara/enuskera» y que ese sufijo «-kara/-kera» es de origen románico (proviniente en última instancia de «-aria»), se hace difícil entender de dónde proviene la «-l». Por otra parte, observamos esa misma alternancia en otra voz de origen indubitablemente latino («abere», «animal, ganado», cuya forma compositiva es «abel-«).

Pero sea como fuere, de lo que no hay dudas es de que «Euskal Herria» significa «País del Euskera». Lo que nos indica que se trata de un topónimo delimitado por un idioma: si se quiere, «territorio donde se habla euskera».

¿Y quiénes llamaban a esta zona «territorio donde se habla euskera»? Bien, en primer lugar, está claro que el término es un endónimo, esto es, una denominación de un grupo humano dada por ellos mismos (lo contrario, un nombre dado a un grupo humano por otros, es un «exónimo»: por ejemplo, «vascones» es un exónimo dado por los griegos y romanos).

¿Y desde cuándo los vascos han usado «Euskal Herria» para definirse a sí mismos? La antigüedad exacta del término es difícil de definir, pero sí sabemos que se empleó desde los primeros textos largos del idioma: aparece ya en Álava, en el manuscrito de Lazarraga, del siglo XVI, en la forma «eusquel erria«, como pocos años después en Lapurdi, en la traducción del Nuevo Testamento de Leizarraga, de 1571, en la forma «heuscal herria»).

Una pregunta más: ¿y qué ha definido el término, históricamente? Nuevamente, es complicado asegurarlo. Pero sí sabemos que ya en 1643, Pedro de Axular escribió «Porque se habla diferente y de muchas maneras en Euskal Herria. En la Alta Navarra, en la Baja Navarra, en Zuberoa, en Lapurdi, en Vizcaya, en Guipúzcoa, en la tierra de Álava, y en otros muchos sitios». Esta famosa cita parece dejar claro que el término «Euskal Herria» comprendía para Axular estos siete territorios, que se corresponden con los que hoy en día se han dado en llamar las «siete provincias»: territorios en los que se habla o se ha hablado euskera de forma nativa hasta hace muy poco. A principios del XIX se continuaba usando esta misma lista de provincias para definir el término «Euskal Herria», y se ha seguido usando así hasta el día de hoy.

¿Y en qué se diferencia el uso de «Euskal Herria» del de otros términos que obtuvieron un gran éxito a lo largo del siglo XX, como «Euskadi»? Lo veremos en el próximo post.

Los reyes y los vascos

El reciente anuncio de Juan Carlos de Borbón de su próxima abdicación del trono que ocupa en España ha traído a los monarcas y las monarquías a la actualidad. Aprovechando tal coyuntura, he pensado en recopilar algunos datos curiosos sobre la institución monárquica en su relación con el País Vasco, o viceversa.

  • «Errege», el préstamo más antiguo. La palabra vasca para «rey» es «errege». Proviene directamente del latín; no del nominativo «rex», sino del acusativo «rege(m)», que fue la forma propia del latín vulgar y la que dio lugar a todas las variantes en las lenguas romances. En latín esta «ge» se pronunciaba como en castellano «gue», y muy tempranamente pasó a pronunciarse con una palatal, que en castellano en esta posición acabó evolucionando al sonido «y». Este cambio parece que se produjo alrededor del siglo V (aunque el proceso pudo durar varios siglos). Bien, pues el euskera debió de tomar esta voz del latín antes o alrededor de esa fecha, dado que mantiene el sonido velar (ocurrió lo mismo con otras voces latinas como «lege», de «lex», ley), lo que implica que es uno de los préstamos más antiguos del latín al euskera.
     
  • «Errege» como «aita». Hace poco, Semevadelalengua comentó una peculiaridad sobre la palabra «casa»: en determinados contextos funcionaba como un nombre propio. Así, se dice «me voy a casa» (igual que «me voy a Bilbao»), mientras que con cualquier otra palabra se usa el artículo (me voy «a la posada»). En una conversación posterior en Twitter, Ricardo de FiloBlogia recordaba que en algunos dialectos del euskera «etxe» (casa) también se usa así, y que en general esta característica peculiar aparece en otras voces «familiares» en euskera, como «aita» (padre) y «ama» (madre), que se usan sin artículo como si fueran nombres propios (cuando hemos visto que los nombres comunes en euskera deben llevarlo casi siempre). Y eso me hizo recordar que existía otra palabra que funcionaba de la misma forma en euskera: «errege», «rey», se usa sin artículo (como nombre propio, igual que «ama» o «aita»… pero, atención, sólo cuando se refiere al «rey propio», al rey que el vasco que habla siente como propio. De lo contrario, «errege» se declina con artículo («erregea»), como cualquier otra palabra. Así, un vasco podría decir «Errege etorriko da, Ingalaterrako erregeArekin»: el rey (nuestro) vendrá con el rey de Inglaterra (ajeno). Qué reyes sientan hoy unos u otros vascos como «propios» ya es otra discusión, desde luego.
     
  • El rey de Francia es navarro. La monarquía desapareció de Francia en 1870. Los últimos reyes (dejando aparte los emperadores Bonaparte) fueron de la efímera Casa de Orleans, que comenzó en 1830, y llevaban el título de «Rey de los Franceses». Pero la dinastía que reinó en Francia los dos siglos anteriores (desde 1589) fue la Borbón, y el título oficial de estos reyes era «Rey de Francia y de Navarra». ¿Y esto? Sencillo: tras las Guerras de Religión del siglo XVI, el trono de Francia recayó en quien ya era monarca de una nación vecina: Enrique III de Navarra. Su religión protestante hizo que su aspiración encontrara muchos obstáculos, hasta que finalmente abrazó el catolicismo, con la famosa frase «París bien vale una misa», pasando a ser reconocido como Enrique IV de Francia. La Navarra sobre la que gobernaba Enrique era la conocida como «Baja Navarra» o «Merindad de Ultrapuertos», que fue la parte de Navarra que se pudo mantener independiente tras la invasión de Fernando el Católico en 1512, que incorporó a la Navarra peninsular a Castilla. El Reino de Navarra mantuvo su existencia separada del de Francia hasta su abolición en la Revolución Francesa.
     
    Fernando_El_Catolico_Guernica[1]
  • Los reyes que juraron. El territorio de Vizcaya aparece en la Historia como un condado del Reino de Navarra, hasta que en 1072 Íñigo López «Ezquerra» se «autoinstituye» Señor de Vizcaya, dando lugar así a la denominación del Señorío de Vizcaya. Este Señorío pasó en 1370 al Infante Don Juan de Castilla, luego rey Juan I, y desde entonces se mantuvo asociado a la Corona de Castilla (y después de España). Pero esta asociación no diluyó su personalidad histórica, dado que mantuvo hasta 1874 sus leyes propias (Fueros), aduanas en la frontera con Castilla, etc. Uno de los requisitos de los Señores de Vizcaya, como ya vimos, era el de «jurar y prometer» dichos Fueros «en Guernica, so el árbol». Los Reyes de Castilla cumplieron este requisito: el dicho Juan I juró los fueros en Guernica en 1371; Enrique III «el Doliente» en 1393; Enrique IV (tras el intervalo de Juan II) en 1457; los Reyes Católicos en 1476; y desde Carlos I, estos Fueros fueron confirmados por escrito, si bien no en persona. Recordemos las palabras de Felipe II: «Decid á los bizcainos que antes me dejara cortar ambas manos que ponerlas en sus nobles libertades».
     
  • Carlos V, el Rey del Sombrero Colorado. El Rey de quien se conocen (o al menos al que se adscriben) más anécdotas referidas al euskera es, curiosamente, Carlos I, conocido como Carlos V. También en Twitter, Kapittanttan recordaba una de esas anécdotas, recogida por Luis Mitxelena en la importantísima obra Textos Arcaicos Vascos, y citado de aquí:

El emperador Carlos Quinto de gloriosa memoria gustaba de hablar Vascuence, que por tener al confesor, capellán y médico bascongados, como se nota en su lugar, o por curiosidad aprendió algunas palabras; y así de personas fidedignas he sabido, que encontrando en el camino a un arriero de Navarra le preguntó en bascuence:

-Mandazaya, nondic zatoz? Arriero, ¿de dónde venís?
Y respondió:
-Nafarroatic. De Navarra.
Y luego le preguntó más:
-Nafarroan gari asco? ¿En Navarra hay mucho trigo?
Y respondió,.
Bai, jauna, asco. Sí, señor, mucho.
Concluyó el Emperador diciendo:
Nafarroan gari asco; batere, batere ez neretaco.
En Navarra mucho trigo, pero nada para mí.

Y otra anécdota habla de un encuentro suyo con unos aldeanos guipuzcoanos:

Q(uand)o el emperador C(arlos) Quinto paso por Guipuzcoa, le salieron dos hidalgos de Sorabila al camino, y dizen q(ue) le dixeron lo siguiente:

Cosc, Erregue, capela gorri.
Achul ona, Sorabilan bost eche;
Bost echeac, bost urre.
Erregue jauna, eguiezu
Alcabalez merchede.

Ola, Rey del sombrero colorado.
Açeos aca. En Sorabila ay cinco casas,
y ellas cinco como cinco oros.
Senor Rey, azeldes
merçed de las alcabalas

Y el Emperador les otorgo la merçed y quedaron libres de pagar alcabalas.

  • Un último punto en tono musical. Existe una dinastía que fue muy querida en el País Vasco peninsular pero que nunca llegó a reinar: los carlistas, surgidos tras la decisión de Fernando VII de derogar la Ley Sálica para poner en el trono a su hija Isabel. El apoyo popular al hermano de Fernando (Carlos Isidro de Borbón, proclamado Rey por los carlistas con el nombre de Carlos V) es general en el País Vasco (y otras zonas), dado el apoyo decidido de estos reyes a las peculiaridades forales de cada territorio (los Fueros). Este conflicto da lugar a tres guerras (las llamadas Guerras Carlistas). A lo largo de los años se siguen produciendo manifestaciones de lealtad a estos reyes por parte de los vascos. Un ejemplo es esta canción, dedicada a Carlos María de Borbón o Carlos VII, y que ha sido publicada recientemente por el acordeonista Joseba Tapia en su disco de canciones carlistas «Eta tira eta tunba«, y cuya letra original en euskera y su traducción al castellano se puede consultar aquí.

Así que terminamos con música:

Viva Karlos Setimo, Doña Margarita,
laster ikusiko dira Tronuan jarrita!

 

El euskera de Burdeos

Julio César, en sus Comentarios a la Guerra de las Galias, hizo una distinción principal al hablar de los pueblos del norte de los Pirineos, el famoso «Galia est omnis divisa in tres partes»: «Toda la Galia se encuentra dividida en tres partes: una de estas la habitan los belgas, otra los aquitanos, la tercera los que se llaman celtas en su lengua y en la nuestra galos. Todos estos se diferencian entre sí por la lengua, costumbres y leyes. El río Garona separa a los galos de los aquitanos.» Estrabón, en su Geografía, incidía en esta diferencia: «Los aquitanos son completamente diferentes no sólo lingüística sino corporalmente».

Map_Gallia_Tribes_Towns[1]Parece claro que en el primer siglo de nuestra Era existía un pueblo diferenciado, con una lengua propia, en el triángulo situado entre el río Garona (que nace en Arán y muere en Burdeos, pasando por Toulouse), el oceano Atlántico y los Pirineos. Esta zona fue llamada «Aquitania» por César, y «Novempopulania» después, cuando Diocleciano dio el nombre de «Aquitania» a una zona mayor.

¿Hay forma de saber lo que se hablaba en esa zona, cuál era esa lengua que los diferenciaba del resto de «galos»? Una de las principales formas de llegar a ello es la de analizar las inscripciones romanas de esa época. Las inscripciones aquitanas son relativamente numerosas, están escritas en latín, pero contienen unos 70 nombres de divinidades y 400 nombres de personas (los difuntos, sus padres, o las personas que dedican las inscripciones). Y la mayor curiosidad es que un número elevado de estos nombres son perfectamente reconocibles como euskera antiguo.

Hay raíces como ANDERE (actual «andere», «mujer»), CISON («gizon», «hombre»), NESCATO («neskato», «niña»), UMME («ume», «bebé»), SEMBE («seme», «hijo»), HARS («hartz», «oso»), ASTO («asto», «burro»), SESEN («zezen», «toro»), GORRI («gorri», «rojo»), SAHAR («zahar», «viejo»), BERRI («berri», «nuevo»), ILUN («ilun», «oscuro»), entre bastantes otros (una lista mayor aquí). El género de estos nombres, cuando se puede deducir de la inscripción, coincide con el que esperaríamos por el euskera: NESCATO o ANDERE son nombres femeninos, CISON o SEMBE son masculinos, etc.

Estas inscripciones parecen indicar que, efectivamente, en el siglo I el territorio del euskera llegaba hasta Burdeos y Toulouse (aunque el mapa de las inscripciones localizadas actualmente no llega hasta la propia ribera del Garona, quedándose algo en el interior). Pero ¿existen otros indicios?

Imagen

Mapa de la interesante página Basque Medieval History

Sigamos con la historia de este territorio. La Aquitania de César (Novempopulania de Diocleciano), tras pasar a ser controlada por los francos y lidiar con los visigodos durante un tiempo, reaparece en los mapas sobre el año 600 con un Ducado otorgado por los francos, y su nombre es Ducado de Vasconia. De esta «Vasconia» surge el nombre actual de la región de «Gascuña» (todo ello en el mismo territorio).

Y hoy en día quedan ya pocos trazos de todo ello. Por supuesto, en el extremo suroeste hay tres pequeñas zonas donde se ha mantenido el euskera aún hoy: Lapurdi/Labourt (con capital histórica en Hasparne, y actualmente en Bayona), Zuberoa/Soule (con capital en Maule), y la merindad de la Baja Navarra, que se quedó fuera de Castilla cuando la anexión de 1512. En el resto de Gascuña quedan pocos rastros en la toponimia. Uno de los más destacables son los topónimos en -òs. El caso típico es Biscarrosse (en las Landas, cerca de Arcachon), que tiene un paralelo exacto en el pirineo aragonés, Biscarrués, proviniendo ambas de «Bizkarrotz», probablemente de «bizkar», «ladera», y, aunque la segunda parte ha sido relacionada con «hotz», «frío»; parece más bien provenir del sufijo aquitano -OSSU.

Pero existe un testigo mucho más importante. Hoy en día, en todo el territorio de la Gascuña se habla una lengua llamada «gascón», relacionada con las lenguas de oc (provenzal, languedociano, etc), pero que presenta grandes diferencias con ellas, diferencias que en gran medida se pueden trazar a un substrato vasco (como ya describió mi amigo Asier en nuestro blog FilóbLogos). Aunque se dice que el castellano es «el latín hablado por vascos», hoy en día no se ve tan clara esta influencia; el verdadero «latín hablado por vascones» es, precisamente, el gascón.

510px-CarteLimitesGascogne[1]¿Y qué pasaba en el siglo I al sur de los Pirineos? Esta es otra interesante discusión; baste por ahora decir que sólo se ha descubierto una inscripción similar a las aquitanas, en Lerga (Navarra). Pero de esto podremos hablar otro día.

Termino con un par de notas. Sí, el título del artículo es sensacionalista 🙂 Las inscripciones, y las configuraciones territoriales posteriores, parecen indicar que Burdeos no llegaba a ser parte de la zona aquitana (con Toulouse hay más dudas). Pero no se puede descartar que no lo fuera en un momento previo. Y, por supuesto, saber qué ocurría en toda esa zona antes de la llegada de los celtas está muy lejos de nuestras posibilidades.

Y la segunda nota: saber la extensión máxima del euskera nunca ha tenido la más mínima influencia en la reivindicación territorial del nacionalismo vasco (salvo alguna rara excepción). Los territorios que se identifican como propios son aquellos que, en su territorio actual, mantienen hablantes nativos de euskera. Por eso nunca se han llegado a reivindicar seriamente ni la Rioja, ni el norte de Burgos, ni la Gascuña; sólo las siete provincias en las que hoy en día, poco o mucho, aún se habla euskera.

Para más sobre el tema de las formas antiguas de euskera y sus posibles parientes, la referencia principal aún hoy es El euskera arcaico. Extensión y parentescos, de Luis Núñez Astrain, un libro muy serio y documentado y que recomiendo para profundizar en esta cuestión.

El hombre que creó todos los nombres

Me encantaría saber si existe un fenómeno similar en la historia, la verdad. En el año 2000, de los 25 nombres de pila masculinos más empleados entre los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca, el 40% habían sido inventados por una única persona, cien años atrás.

Muchos conocen el caso. Hasta el siglo XX, los vascos, como cualquier otro pueblo de alrededor, escogían los nombres de sus hijos basándose en dos criterios principales: nombres ya presentes en su árbol familiar, y nombres del santoral cristiano, en sus versiones tradicionales en euskera en un primer momento, y en la forma castellana después. Hay un buen artículo de Jose Mª Satrustegi, disponible en versión trilingüe en la página de Euskaltzaindia: Historia de los nombres de persona, que da detalles y ejemplos históricos de estas tendencias.

ImagenPero todo cambió en 1897. Sabino Arana, el padre del nacionalismo vasco, buscaba una forma de que los vascos pudieran seguir teniendo nombres “cristianos” sin tener que emplear las formas castellanas. Podía haber hecho entonces un estudio filológico y haber recuperado las formas vascas tradicionales de dichos nombres, pero detectó un problema: esas formas tradicionales muchas veces eran adaptaciones fonéticas de las formas latinorromances, y, en su afán de purismo para con la lengua, no podía aceptarlo.

De manera que en dicho año 1897 publicó su “Egutegi Bizkattarra” (“Calendario Vizcaino”), que fue completado en 1910 por Luis de Eleizalde, llamándolo “Deun-Ixendegi Euzkotarra” (“Santoral Vasco”). Y propuso para la práctica totalidad de nombres de santos versiones inventadas por él siguiendo un criterio específico: acudir no a la forma romance del nombre sino a la raíz de dicho nombre en su (supuesto) idioma original, y una vez encontrada ésta, aplicarle una serie de reglas fonéticas dudosas para “vasquizarlo”; por último, dada su opinión de que los nombres vascos de varón debían acabar en –a y los de mujer en –e (por una teoría presente en el siglo anterior de que eran éstos los primeros sonidos que niños y niñas aprendían a pronunciar), modificó así la terminación de muchos de ellos.

La polémica que causó dicho nomenclátor la describe bien Henrike Knörr aquí. El mismo Arana no tuvo confianza en que sus nombres fueran aceptados. Pero ya hemos dado el dato del año 2000; el artículo sobre Sabino Arana de la Wikipedia menciona un estudio según el que ya en 1935 en determinadas zonas la incidencia de estos nombres era del 24%; y hoy en día siguen estando muy presentes.

Comentaré pues aquí el origen de varios de los “nombres sabinianos” más usados actualmente.

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  • JOSU (es de justicia empezar con mi propio nombre). Equivale a “Jesús”. Arana y Eleizalde lo trazaron a «Jheossuang», y aplicaron la monoptongación de “eo” en “o” y de “ua” en “u”; curiosamente, aquí no mantuvieron la terminación en –a.
  • KOLDO. Forma acortada de la propuesta por Arana y Eleizalde “Koldobika”. Equivaler a “Luis”. Trazaron su origen en “Hlodovick” (evolucionó en romance por medio de “Ludovicus”). Asumieron que la «h» correspondía a una prounciación «k», disolvieron la secuencia de muta cum liquida “kl” con una vocal epentética, y modificaron la terminación a –a.
  • KEPA. Equivale a “Pedro”. Este nombre fue en su origen un pseudónimo dado por Jesús de Nazaret a su discípulo Simón, y significa “piedra”; pero en las primeras versiones de la Biblia no se usaba la forma latina sino la aramea, “Cephas” (pronunciado “Kefas”). Arana y Eleizalde tomaron esta forma, asumieron el cambio de grafía y la sustitución (relativamente habitual) de F>P y eliminaron la última consonante.
  • JOSEBA. Equivale a “José”. Arana y Eleizalde trazaron su origen en “Joseph”; sustituyeron en este caso PH>B (en vez de por P, como en otros nombres) y añadieron la –a final.
  • GORKA. Equivale a “Jorge”. Arana y Eleizalde buscaron su origen en “Georges” (con las dos “g” oclusivas), monoptongaron “eo” en “o”, cambiaron la segunda “g” por “k” y modificaron la terminación.
  • Otros nombres: Jon (equivale a “Juan”, proviene de “Ioannes”); Ander (equivale a “Andrés”,  proviene de “Andreas”); Julen (equivale a “Julián”, proviene de “Iuliannus”); Markel (equivale a “Marcelo”, proviene de “Marcellus”); Andoni (equivale a “Antonio”, proviene de “Antonius”); Imanol (equivale a “Manuel”, proviene de “Emmanuel”), etc.

Una nota adicional: otros de los nombres de su Nomenclátor no fueron creados por adaptación fonética de nombres anteriores, sino por la traducción literal (y muchas veces muy poco atinada) del significado del nombre equivalente. Esto dio lugar a nombres como Gaizka, equivalente a “Salvador”, por medio de un supuesto verbo “gaizkatu”, neologismo inventado por Arana para “salvar” (de “gaitz-“, “mal”), Unai (“pastor”, empleado por los autores como forma vasca de “Buen Pastor”) o Iker, forma masculina del femenino Ikerne, equivalente a “Visitación”, de la forma antigua “ikertu”, “visitar”.

Hago notar también que en los nombres femeninos, las variantes “sabinianas” tuvieron mucha menos aceptación: en la lista de 25 más populares del año 2000 sólo aparecen Ane (equivalente a “Ana”) y Jone (“Juana”).

Y una última nota: si bien el 40% de los nombres masculinos del año 2000 tenían este origen, en el otro 60% tenemos irreprochables nombres de origen medieval o anterior (Mikel, Íñigo/Eneko, Xabier/Javier, Oier, Beñat), nombres castellanos (como Adrián, Pablo, Álvaro o David), traducciones modernas (Ibai, “río”)… y sí, otros nombres también creados de la nada, pero por otros autores anteriores, como el caso de Asier y Aitor, de los que se podrá hablar otro día.

Para quien quiera leer el Deun-Ixendegi en su versión original, aquí tiene un facsímil: Deun-Ixendegi Euzkotarra.

De un año a otro año: notas sobre el calendario vasco

El comienzo del año es una buena excusa para traer unas reflexiones etimológicas (del estilo de las que junto a un amigo he hecho mucho tiempo en Filóblogos) relativas a los conceptos vascos antiguos para «año», «mes» y «semana». Advierto ya que no se van a poder sacar conclusiones de todo esto: muchas de las etimologías son muy oscuras, y hay muy pocos elementos para poder aclararlas en el futuro. Me baso en otro libro de Julio Caro Baroja, Sobre la religión antigua y el calendario del pueblo vasco, recomprado para la ocasión (aunque voy a tener que refrenarme, si voy a libro de este autor por post me va a salir caro).

Y empezamos precisamente por la palabra urte, «año». Su etimología es poco clara, pero habitualmente se la ha relacionado con ur, «agua». Morfológicamente parece muy sólido (-te es un sufijo antiguo de valor temporal, que aparece en palabras como como elurte «nevada», de elur «nieve», o sute, «incendio», de su, «fuego»). Pero semánticamente cuesta encontrar la relación. ¿Puede hacer referencia a las épocas de lluvias, esto es, periodo de tiempo entre una época de lluvias y otra? Hoy en día al menos no se puede hablar en el País Vasco de una «época de lluvias» como existe en otras latitudes (la partición antigua del año parece que era simplemente en «verano», uda, e «invierno», negu, ambas de etimología totalmente oscura).

Pero existe una posibilidad de relacionar el agua, ur, con los términos del calendario, por medio de una muy antigua raíz, urtz– (con variantes dialectales ortz- y ost-). Su significado es de «cielo», «bóveda celeste», y debió estar asociada también a la idea de Dios (en el ya famoso Códice Calixtino, Aymeric Picaud, al pasar por tierras vascas, dejó escrito «Deum vocant Urcia», «llaman Urtzi a Dios»). Además de «cielo», tiene el significado de «trueno» en varias zonas. ¿Un paralelo de la raíz indoeuropea *DIEUS, que dio en latín IUPPITER (por medio de DIEUS-PATER), de significados parecidos? Apoya a este hipótesis el que el día «jueves» esté relacionado con este Dios tanto en las lenguas romances (IOVIS, genitivo de IUPPITER) como en las germánicas (el dios equivalente era THOR, de donde «thursday»), y que lo mismo ocurra en euskera: ortzegun, ostegun «jueves» (sería «día de Ortzi»).

Por otra parte, existe otra raíz que aparece a veces en paralelo a ortz- con la idea de «cielo» como «fuente de la luz», que es la raíz egu-. Esta raíz está presente en eguzki («sol», que vendría a ser «luz del cielo»), egun «día», ekain «junio» (descomponible a egu-gain, «altura de la luz», interpretable como el solsticio de verano), ekaitz («tormenta», o «cielo malo») o incluso un sinónimo para «jueves» paralelo al que ya hemos visto: eguen, «(día) del cielo». Egu- podría ser la raíz más antigua para expresar «cielo», siendo luego sustituída por ortz-, que como hemos visto, recoge conceptos de posible origen indoeuropeo (y posteriormente por la actual zeru, que proviene directamente del latín CAELUM).

El antónimo de esta raíz eg-, «luz», parece ser il-, «oscuridad». Si egun es «día» (periodo de la luz), ilun es «oscuridad» (periodo de lo oscuro); y si eguzki es «sol», ilazki/ilargi es «luna». Estas formas parece estar claramente asociadas (si no son la misma) a il/hil, «muerte» y también, y aquí volvemos al calendario, «mes». Los vascos, según todos los indicios, contaban el año por meses: hilabete, «mes»; significa literalmente «luna llena». Esto obviamente no es desconocido a otros pueblos: en inglés mismo es evidente la relación entre «month» («mes») y «moon» («luna»).

Y en el nombre del primer mes, urtarril («enero») encontramos precisamente dos elementos ya conocidos: urtar-il «mes (o luna) del año (o de las aguas)». Parece que este mes tenía una significación especial: de hecho, el día después del solsticio era eguberri, «día (o luz) nueva», nombre que hoy se ha trasladado al día de Navidad. El resto de los meses parecen tener nombres derivados de las tareas agrícolas, cuando no tomados directamente del latín.

Y si del mes pasamos a la semana (aste), vemos que se ha relacionado habitualmente con asi/hasi («empezar»). Sabemos que el concepto «semana» es bastante moderno y de origen judío, por lo que su adaptación en el calendario vasco ha tenido que ser bastante forzada. Parece que esta palabra indicaba otro periodo de tiempo, y que después se usó para designar éste. ¿Podría ser «comienzo (del mes»)? Esta idea se apoya en el nombre de los tres primeros días de la semana: astelehen, astearte, asteazken «lunes, martes, miércoles» que literalmente significan «principio, intermedio, final (del aste)»; se ha especulado, así, que el aste podría ser el «comienzo» del mes, tres días especiales que luego pasarían a ser los tres primeros días de la nueva «semana». Otros términos se usaron igualmente para el resto de días, como igande, literalmente «subida» (otra vez el prefijo -te, con la «t» cambiada a «d» de forma regular ante nasal), que podría haber sido «plenilunio», y que se usó para «domingo». Ya hemos hablado del jueves, calcado del sistema latino (ortzegun o eguen); el lunes tiene otro sinónimo, ilen, «(día) de la luna», que se explicaría también como calco de «lunes», «monday», etc.

Y todos estos datos, como se ve, inconexos, problemáticos y en definitiva muy oscuros, son la mayor parte de lo que sabemos sobre el antiguo calendario vasco: dos raíces antiguas (una quizás autóctona y otra indoeuropea), un sistema lunar primitivo (aunque quizás tampoco autóctono), y una adaptación forzada a las estructuras temporales que llegaron después. Datos muy poco seguros todos, pero no por ello menos apasionantes.

Topónimos vasco-latinos

Otro de los debates recurrentes cuando se habla de historia vasca es el de la romanización. En concreto, un mito muy extendido es el que se podría resumir con la frase «A Euskadi nunca llegaron los romanos», o «los vascos nunca fueron romanizados». Antes se defendía esta idea aludiendo a una supuesta independencia conseguida por medio de la lucha contra Roma. Actualmente es más escuchado un argumento más cercano a la realidad: a Roma no le interesaban nada estas tierras del norte, por lo que las ignoró, y de ahí el bajo grado de romanización.

Aunque es cierto que éstas no eran tierras demasiado útiles para la cultura mediterránea romana, no por ello el argumento es cierto, y existen un buen número de argumentos para refutarlo, que se podrán listar en otro momento. La realidad es que el País Vasco fue tan romanizado como todas las tierras de alrededor (algunas de ellas igual de «norteñas» y poco útiles), en todo excepto en la lengua (y sí, esto es una anomalía que no se ha explicado suficientemente).

Sólo quiero dar hoy un argumento para demostrar la profunda romanización de la zona de habla vasca: la toponimia. Un gran número de pueblos, algunos de ellos de porcentajes de habla vasca altísimos, tienen como nombre topónimos latinos evolucionados después en el euskera, siguiendo las reglas de la derivación de palabras latinas en este idioma.

Voy a dar simplemente una muestra de diez topónimos vascos muy conocidos que han sido interpretados a partir del latín. Hay que notar que los argumentos filológicos no son siempre concluyentes, y que alguna de estas interpretaciones puede discutirse. Pero me parece una buena muestra de lo profundo que caló la romanización en estas tierras.

  • LAUDIO/LLODIO. Este pueblo de Álava, muy cercano a Bilbao, muestra en su doble forma vasca (Laudio) y romance (Llodio) su origen común: CLAUDIO. En euskera, el grupo consonántico latino inicial CL se convierte en L (ECCLESIAM > eleiza), mientras que en castellano da LL (CLAVEM > llave), y como es bien sabido, el diptongo AU da O (TAURUM > toro). La etimología presenta algunas dudas (podría ser CLAUDIANUM, dado que sabemos que Ochandiano dio en euskera Otxandio; y además, CLAUDIO en castellano hubiera debido dar *loyo), pero el origen latino es claro.
  • BERMEO. La voz latina VERMICULUM, «de color rojo», dio lugar a formas del tipo «bermello» o «bermeyo» en las lenguas romances («bermejo» en castellano actual). En los documentos más antiguos de esta villa de Bizkaia su nombre aparece como Bermeio y Vermelio, que pueden relacionarse sin problemas con aquella.
  • MAÑARIA. Parece clara la procedencia latina del nombre de esta población vizcaina: BALNEARIAM (la B- latina da M- en varios casos en euskera, como BACILLUM > makil). Se trataría de una forma a mitad de camino entre la original latina y el castellano «bañera», «zona de baños» (en su término se encuentran varios manantiales ferruginosos y sulfurosos), y tendría varios paralelos en otros pueblos vascos, como Mañueta o Mañeru (aunque para Mañeru se han sugerido otros orígenes, si bien todos latinos).
  • LEKEITIO. Habitualmente se hace derivar su nombre del del río Lea, pero con muchas dificultades. Alfontso Irigoien propuso una etimología latina que no presenta problemas materiales: el nombre de persona NICETIUM; la N- inicial da en ocasiones L- en euskera (NUMERUM > lumero), y la -C- latina mantiene su carácter oclusivo (PACEM > pake), siendo la posible secuencia NICETIU > *neketio > *nekeitio > lekeitio.
  • FORUA. Parece obvia la procedencia latina del nombre de esta población: FORUM. Se sabe de hecho que se construyó sobre un poblado romano del siglo I.
  • ARAKIL. El nombre de este municipio navarro deriva directamente de una mansio Aracaeli, nombrada en el itinerario de Antonino como una población situada poco después de PAMPELONE. Caro Baroja ha supuesto que el nombre original fuera Ara Coeli, «Altar del Cielo», haciendo referencia a la cercana Sierra de Aralar. Edito: como nos recuerda un comentarista, se ha ligado a Arakil (y a una población de la Ribera del Ebro, Araciel) con el antropónimo ARACILLUS, de origen céltico.
  • LEIRE. Se ha especulado mucho con el nombre que da lugar a este monasterio navarro. Antiguamente se documenta con variadas formas, como LEIOAR, LIGOAR, LEIER, y se ha especulado con que provenga de un antiguo nombre de persona LEGIONARIUM
  • GETARIA. Se ha especulado que tanto la Getaria guipuzcoana como la vascofrancesa pueden provenir de la voz latina CETARIA, «venta de peces», (palabra relacionada con el actual «cetáceo»), con la sonorización típica del paso de términos latinos al euskera (como TEMPORA > denbora).
  • ZALDONDO/ZALDUENDO. Pese a su apariencia vasca, el nombre de este municipio alavés proviene de una importante palabra latina, SALTUS, «región forestal, bosque, selva». La evolución fonética es clara (S- > Z- como en SUCUM > ZUKU, y LT > LD como en ALTAREM > aldare), y la palabra en sí es importante en la historia vasca: Plinio el Viejo, al describir el territorio de los vascones, diferenciaba el sur cultivable, AGER VASCONUM, y el norte boscoso, SALTUS VASCONUM.
  • DURANGO. Entre las variadas hipótesis para este nombre (y su variante antigua «Duranco») sobresale la que sugirió Julio Caro Baroja: DURANICUM, posesión de un tal DURANIUS (de donde vendría también el pueblo de Durana en Álava, por ejemplo).

No quiere decirse, obviamente, que toda la toponimia vasca sea de este estilo, ni mucho menos. Estos ejemplos no dejan de ser minoritarios, pero sí son al menos sintomáticos de una realidad indubitable: la de la profunda -excepto, como se ha dicho, en la lengua- romanización del País Vasco, romanización que lo igualó a sus tierras vecinas y lo integró dentro de la que quizás fue la mayor corriente de civilización de la historia.

¿Traducir los topónimos?

Cuando comencé a escribir este blog, ya en el segundo post me encontré con una importante disyuntiva: ¿debía escribir “árbol de Guernica” o “árbol de Gernika”? Tomé una decisión para ese caso, pero me di cuenta de que no tenía claros los motivos, y no era capaz de fundamentar esa decisión. Por eso decidí intentar recopilar los argumentos que suelen utilizarse para defender la opción de, al escribir en castellano, traducir o no los topónimos surgidos originalmente en otra lengua (los llamados exotopónimos o exónimos).

Aunque este debate tenga una incidencia especial en España por razones obvias, es de índole mundial: tiene incluso su propio grupo de expertos en la ONU, la UNGEGN, que convoca cada cinco años una Conferencia Internacional sobre el particular, la United Nations Conferences on the Standardization of Geographical Names (UNCSGN).

Voy a tratar de esquematizar aquí las distintas respuestas que se han dado a esta cuestión (en su muy variada casuística), aplicarla después al caso vasco, y explicar finalmente cuál es las decisión que finalmente he tomado y en qué la baso.

Me ocuparé únicamente de los nombres de lugar creados originalmente en otra lengua que emplee el alfabeto latino (para evitar la compleja problemática de la transliteración y dado que, obviamente, no va a afectar al caso vasco).

Los exotopónimos que entran en el uso cotidiano de la lengua castellana pueden ser de varios tipos (los iré mencionando con una nomenclatura del estilo de Exo1, Exo2.1, etc):

  • Exo 1: Topónimos que nunca han tenido una versión en castellano. Obviamente se mantiene la versión original: Washington, Aalborg, Guimarães.
    • La ONU aconseja mantener en estos casos los dignos diacríticos (tildes, diéresis…) que aparezcan en las formas originales.
    • Aunque existen idiomas (letón, lituano, turco…) que adaptan  incluso estos nombres a la escritura propia, en la línea de lo que la Real Academia del Español actualmente está haciendo con los préstamos lingüísticos.
  • Exo 2:Topónimos que en algún momento han tenido una versión en castellano. Se dividen en:
    • Exo 2.1: Topónimos cuya forma en castellano ya no es habitual hoy día. El uso normal en castellano es mantener la versión original: Ankara (pese a haberse usado Angora), Maastricht (Mastrique), Canterbury (Cantuaria) o Toulouse (Tolosa).
      • En este caso el problema es que la apreciación de si una forma es ya o no “habitual” es subjetiva. Google da un millón de páginas en español para Gotemburgo, y millón y medio para Göteborg, por ejemplo. Pero al menos el criterio sirve como referencia.
  • Exo 2.2: Topónimos cuya forma en castellano es la habitual hoy en día. El uso normal en castellano es emplear la forma castellana: Londres (London), Luxemburgo (Lëtzebuerg), Colonia (Köln).
    • Hay que recordar, no obstante, que la ONU, en sus distintas conferencias, anima a la progresiva desaparición del uso de exónimos propios de cada lengua (y al uso general de las formas originales en todos los casos), sus expertos reconocen también que se trata de un objetivo muy difícil de lograr.
    • Exo 2.2.2: Aquí nos encontramos con una excepción. Desde el siglo XX hubo varios países que establecieron una forma oficial y solicitaron a la comunidad internacional que, en lugar de emplear sus distintos exónimos, unificaran el uso en esa forma. Ha existido en estos casos una tendencia crecente a mantener la forma original: Irán (desechando la forma tradicional en castellano Persia), Myanmar (Birmania, aunque nos aclaran en los comentarios que se trata de un caso especial), o Beijing (pese a que el uso aún oscila entre ésta y Pekín). Aunque es verdad que a veces se han adaptado estos topónimos, como Thailand (por el antiguo Siam), que en castellano se ha adoptado como Tailandia, y que en cualquier caso, organizaciones como la Agencia EFE han rechazado esta tendencia.

¿Cómo afecta todo esto a todo esto a los topónimos vascos? Veamos si podemos emplear este mismo esquema a ejemplos vernáculos del País Vasco:

  • Exo 1: Topónimos que nunca han tenido una versión en castellano. Esta situación no ocurre en ninguna de las provincias de habla vasca en España, debido a que durante los últimos siglos la única lengua oficial que ha existido en ellas ha sido el castellano, por lo que todos sus topónimos de una cierta entidad han adquirido versión en este idioma.
  • Exo 2:Topónimos que en algún momento han tenido una versión en castellano. Se dividen en:
    • Exo 2.1: Topónimos cuya forma en castellano ya no es habitual hoy día. Este caso es bastante común: son ya de uso cada vez más restringido formas como Baquio frente a Bakio (75.000 resultados en páginas en español en Google frente a 4 millones). Lo mismo Guecho y Getxo, Marquina-Jeméin y Markina-Xemein, etc. En cualquier caso, como decimos, ser o no de “uso común”, excepto en casos extremos, es ciertamente subjetivo; y para añadir complejidad, hay formas que se mantienen en uso fuera de la propia zona vasca pero que han desaparecido del uso dentro de ella.
    • Exo 2.2: Topónimos cuya forma en castellano es extremadamente habitual hoy en día. Hay casos innegables, como Vizcaya, San Sebastián, etc. En estos casos parecería de rigor emplear estas formas de manera habitual. Pero recordemos:
      • Exo 2.2.2: Muchas de estas entidades de población han hecho de la forma vasca de su nombre la única oficial (Bizkaia es un ejemplo claro). Se trata de un caso análogo a los países antes mencionados: si hemos abandonado Ceilán por Sri Lanka, siendo además un país extranjero, ¿no sería algo equivalente abandonar Vizcaya por Bizkaia, e igualmente con el resto de casos?

La RAE, como sabemos, aconseja emplear los exónimos (las formas castellanas) excepto en textos oficiales cuando los endónimos (las formas en la lengua original) sean las únicas formas oficiales (ver el caso de Lérida). Y es cierto que no le faltan motivos. Vizcaya es un nombre con siglos de antigüedad, una herencia cultural de un idioma que ha estado presente en la tierra vasca meridional por muchísimo tiempo, un hermoso fruto del contacto vascorrománico. Perderlo duele (un vascoparlante podría imaginarlo si, por reciprocidad, tuviéramos que renunciar a formas como Madril, Errioxa o la misma Espainia, dado que el criterio sería el mismo).

Por otra parte, es cierto que el criterio de la RAE no está siendo regular, como se denuncia en este artículo.  Se relegan los antiguos exónimos Siam, Ceilán o Angora frente a formas modernas como Tailandia, Sri Lanka o Ankara; sí se mantienen las formas antiguas Birmania o Bielorrusia en vez de las modernas (y solicitadas por los propios países) Myanmar o Belarus, y no se acepta la moderna Beijing, pero también se rechaza el antiguo Pequín, prefiriendo una tercera forma no tradicional como Pekín. Efectivamente, no hay un criterio claro.

En resumen: entiendo que quien use Gernika aún en castellano estará yendo a favor de las indicaciones de la ONU y de las de la propia población: mientras que quien use Guernica estará manteniendo una herencia cultural viva en la lengua castellana. Por ello, considero que no puedo criticar ninguna de las dos posturas; y en lo personal seguiré empleando (como he hecho siempre) unas u otras formas según mi intuición me dicte en cada momento.

Todo esto no agota el debate, en cualquier caso, que sois más que bienvenidos a continuar en los comentarios. Y me declaro expresamente abierto a cambiar de opinión, si alguien consigue convencerme.