El euskera de Burdeos

Julio César, en sus Comentarios a la Guerra de las Galias, hizo una distinción principal al hablar de los pueblos del norte de los Pirineos, el famoso «Galia est omnis divisa in tres partes»: «Toda la Galia se encuentra dividida en tres partes: una de estas la habitan los belgas, otra los aquitanos, la tercera los que se llaman celtas en su lengua y en la nuestra galos. Todos estos se diferencian entre sí por la lengua, costumbres y leyes. El río Garona separa a los galos de los aquitanos.» Estrabón, en su Geografía, incidía en esta diferencia: «Los aquitanos son completamente diferentes no sólo lingüística sino corporalmente».

Map_Gallia_Tribes_Towns[1]Parece claro que en el primer siglo de nuestra Era existía un pueblo diferenciado, con una lengua propia, en el triángulo situado entre el río Garona (que nace en Arán y muere en Burdeos, pasando por Toulouse), el oceano Atlántico y los Pirineos. Esta zona fue llamada «Aquitania» por César, y «Novempopulania» después, cuando Diocleciano dio el nombre de «Aquitania» a una zona mayor.

¿Hay forma de saber lo que se hablaba en esa zona, cuál era esa lengua que los diferenciaba del resto de «galos»? Una de las principales formas de llegar a ello es la de analizar las inscripciones romanas de esa época. Las inscripciones aquitanas son relativamente numerosas, están escritas en latín, pero contienen unos 70 nombres de divinidades y 400 nombres de personas (los difuntos, sus padres, o las personas que dedican las inscripciones). Y la mayor curiosidad es que un número elevado de estos nombres son perfectamente reconocibles como euskera antiguo.

Hay raíces como ANDERE (actual «andere», «mujer»), CISON («gizon», «hombre»), NESCATO («neskato», «niña»), UMME («ume», «bebé»), SEMBE («seme», «hijo»), HARS («hartz», «oso»), ASTO («asto», «burro»), SESEN («zezen», «toro»), GORRI («gorri», «rojo»), SAHAR («zahar», «viejo»), BERRI («berri», «nuevo»), ILUN («ilun», «oscuro»), entre bastantes otros (una lista mayor aquí). El género de estos nombres, cuando se puede deducir de la inscripción, coincide con el que esperaríamos por el euskera: NESCATO o ANDERE son nombres femeninos, CISON o SEMBE son masculinos, etc.

Estas inscripciones parecen indicar que, efectivamente, en el siglo I el territorio del euskera llegaba hasta Burdeos y Toulouse (aunque el mapa de las inscripciones localizadas actualmente no llega hasta la propia ribera del Garona, quedándose algo en el interior). Pero ¿existen otros indicios?

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Mapa de la interesante página Basque Medieval History

Sigamos con la historia de este territorio. La Aquitania de César (Novempopulania de Diocleciano), tras pasar a ser controlada por los francos y lidiar con los visigodos durante un tiempo, reaparece en los mapas sobre el año 600 con un Ducado otorgado por los francos, y su nombre es Ducado de Vasconia. De esta «Vasconia» surge el nombre actual de la región de «Gascuña» (todo ello en el mismo territorio).

Y hoy en día quedan ya pocos trazos de todo ello. Por supuesto, en el extremo suroeste hay tres pequeñas zonas donde se ha mantenido el euskera aún hoy: Lapurdi/Labourt (con capital histórica en Hasparne, y actualmente en Bayona), Zuberoa/Soule (con capital en Maule), y la merindad de la Baja Navarra, que se quedó fuera de Castilla cuando la anexión de 1512. En el resto de Gascuña quedan pocos rastros en la toponimia. Uno de los más destacables son los topónimos en -òs. El caso típico es Biscarrosse (en las Landas, cerca de Arcachon), que tiene un paralelo exacto en el pirineo aragonés, Biscarrués, proviniendo ambas de «Bizkarrotz», probablemente de «bizkar», «ladera», y, aunque la segunda parte ha sido relacionada con «hotz», «frío»; parece más bien provenir del sufijo aquitano -OSSU.

Pero existe un testigo mucho más importante. Hoy en día, en todo el territorio de la Gascuña se habla una lengua llamada «gascón», relacionada con las lenguas de oc (provenzal, languedociano, etc), pero que presenta grandes diferencias con ellas, diferencias que en gran medida se pueden trazar a un substrato vasco (como ya describió mi amigo Asier en nuestro blog FilóbLogos). Aunque se dice que el castellano es «el latín hablado por vascos», hoy en día no se ve tan clara esta influencia; el verdadero «latín hablado por vascones» es, precisamente, el gascón.

510px-CarteLimitesGascogne[1]¿Y qué pasaba en el siglo I al sur de los Pirineos? Esta es otra interesante discusión; baste por ahora decir que sólo se ha descubierto una inscripción similar a las aquitanas, en Lerga (Navarra). Pero de esto podremos hablar otro día.

Termino con un par de notas. Sí, el título del artículo es sensacionalista 🙂 Las inscripciones, y las configuraciones territoriales posteriores, parecen indicar que Burdeos no llegaba a ser parte de la zona aquitana (con Toulouse hay más dudas). Pero no se puede descartar que no lo fuera en un momento previo. Y, por supuesto, saber qué ocurría en toda esa zona antes de la llegada de los celtas está muy lejos de nuestras posibilidades.

Y la segunda nota: saber la extensión máxima del euskera nunca ha tenido la más mínima influencia en la reivindicación territorial del nacionalismo vasco (salvo alguna rara excepción). Los territorios que se identifican como propios son aquellos que, en su territorio actual, mantienen hablantes nativos de euskera. Por eso nunca se han llegado a reivindicar seriamente ni la Rioja, ni el norte de Burgos, ni la Gascuña; sólo las siete provincias en las que hoy en día, poco o mucho, aún se habla euskera.

Para más sobre el tema de las formas antiguas de euskera y sus posibles parientes, la referencia principal aún hoy es El euskera arcaico. Extensión y parentescos, de Luis Núñez Astrain, un libro muy serio y documentado y que recomiendo para profundizar en esta cuestión.

El hombre que creó todos los nombres

Me encantaría saber si existe un fenómeno similar en la historia, la verdad. En el año 2000, de los 25 nombres de pila masculinos más empleados entre los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca, el 40% habían sido inventados por una única persona, cien años atrás.

Muchos conocen el caso. Hasta el siglo XX, los vascos, como cualquier otro pueblo de alrededor, escogían los nombres de sus hijos basándose en dos criterios principales: nombres ya presentes en su árbol familiar, y nombres del santoral cristiano, en sus versiones tradicionales en euskera en un primer momento, y en la forma castellana después. Hay un buen artículo de Jose Mª Satrustegi, disponible en versión trilingüe en la página de Euskaltzaindia: Historia de los nombres de persona, que da detalles y ejemplos históricos de estas tendencias.

ImagenPero todo cambió en 1897. Sabino Arana, el padre del nacionalismo vasco, buscaba una forma de que los vascos pudieran seguir teniendo nombres “cristianos” sin tener que emplear las formas castellanas. Podía haber hecho entonces un estudio filológico y haber recuperado las formas vascas tradicionales de dichos nombres, pero detectó un problema: esas formas tradicionales muchas veces eran adaptaciones fonéticas de las formas latinorromances, y, en su afán de purismo para con la lengua, no podía aceptarlo.

De manera que en dicho año 1897 publicó su “Egutegi Bizkattarra” (“Calendario Vizcaino”), que fue completado en 1910 por Luis de Eleizalde, llamándolo “Deun-Ixendegi Euzkotarra” (“Santoral Vasco”). Y propuso para la práctica totalidad de nombres de santos versiones inventadas por él siguiendo un criterio específico: acudir no a la forma romance del nombre sino a la raíz de dicho nombre en su (supuesto) idioma original, y una vez encontrada ésta, aplicarle una serie de reglas fonéticas dudosas para “vasquizarlo”; por último, dada su opinión de que los nombres vascos de varón debían acabar en –a y los de mujer en –e (por una teoría presente en el siglo anterior de que eran éstos los primeros sonidos que niños y niñas aprendían a pronunciar), modificó así la terminación de muchos de ellos.

La polémica que causó dicho nomenclátor la describe bien Henrike Knörr aquí. El mismo Arana no tuvo confianza en que sus nombres fueran aceptados. Pero ya hemos dado el dato del año 2000; el artículo sobre Sabino Arana de la Wikipedia menciona un estudio según el que ya en 1935 en determinadas zonas la incidencia de estos nombres era del 24%; y hoy en día siguen estando muy presentes.

Comentaré pues aquí el origen de varios de los “nombres sabinianos” más usados actualmente.

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  • JOSU (es de justicia empezar con mi propio nombre). Equivale a “Jesús”. Arana y Eleizalde lo trazaron a «Jheossuang», y aplicaron la monoptongación de “eo” en “o” y de “ua” en “u”; curiosamente, aquí no mantuvieron la terminación en –a.
  • KOLDO. Forma acortada de la propuesta por Arana y Eleizalde “Koldobika”. Equivaler a “Luis”. Trazaron su origen en “Hlodovick” (evolucionó en romance por medio de “Ludovicus”). Asumieron que la «h» correspondía a una prounciación «k», disolvieron la secuencia de muta cum liquida “kl” con una vocal epentética, y modificaron la terminación a –a.
  • KEPA. Equivale a “Pedro”. Este nombre fue en su origen un pseudónimo dado por Jesús de Nazaret a su discípulo Simón, y significa “piedra”; pero en las primeras versiones de la Biblia no se usaba la forma latina sino la aramea, “Cephas” (pronunciado “Kefas”). Arana y Eleizalde tomaron esta forma, asumieron el cambio de grafía y la sustitución (relativamente habitual) de F>P y eliminaron la última consonante.
  • JOSEBA. Equivale a “José”. Arana y Eleizalde trazaron su origen en “Joseph”; sustituyeron en este caso PH>B (en vez de por P, como en otros nombres) y añadieron la –a final.
  • GORKA. Equivale a “Jorge”. Arana y Eleizalde buscaron su origen en “Georges” (con las dos “g” oclusivas), monoptongaron “eo” en “o”, cambiaron la segunda “g” por “k” y modificaron la terminación.
  • Otros nombres: Jon (equivale a “Juan”, proviene de “Ioannes”); Ander (equivale a “Andrés”,  proviene de “Andreas”); Julen (equivale a “Julián”, proviene de “Iuliannus”); Markel (equivale a “Marcelo”, proviene de “Marcellus”); Andoni (equivale a “Antonio”, proviene de “Antonius”); Imanol (equivale a “Manuel”, proviene de “Emmanuel”), etc.

Una nota adicional: otros de los nombres de su Nomenclátor no fueron creados por adaptación fonética de nombres anteriores, sino por la traducción literal (y muchas veces muy poco atinada) del significado del nombre equivalente. Esto dio lugar a nombres como Gaizka, equivalente a “Salvador”, por medio de un supuesto verbo “gaizkatu”, neologismo inventado por Arana para “salvar” (de “gaitz-“, “mal”), Unai (“pastor”, empleado por los autores como forma vasca de “Buen Pastor”) o Iker, forma masculina del femenino Ikerne, equivalente a “Visitación”, de la forma antigua “ikertu”, “visitar”.

Hago notar también que en los nombres femeninos, las variantes “sabinianas” tuvieron mucha menos aceptación: en la lista de 25 más populares del año 2000 sólo aparecen Ane (equivalente a “Ana”) y Jone (“Juana”).

Y una última nota: si bien el 40% de los nombres masculinos del año 2000 tenían este origen, en el otro 60% tenemos irreprochables nombres de origen medieval o anterior (Mikel, Íñigo/Eneko, Xabier/Javier, Oier, Beñat), nombres castellanos (como Adrián, Pablo, Álvaro o David), traducciones modernas (Ibai, “río”)… y sí, otros nombres también creados de la nada, pero por otros autores anteriores, como el caso de Asier y Aitor, de los que se podrá hablar otro día.

Para quien quiera leer el Deun-Ixendegi en su versión original, aquí tiene un facsímil: Deun-Ixendegi Euzkotarra.

De un año a otro año: notas sobre el calendario vasco

El comienzo del año es una buena excusa para traer unas reflexiones etimológicas (del estilo de las que junto a un amigo he hecho mucho tiempo en Filóblogos) relativas a los conceptos vascos antiguos para «año», «mes» y «semana». Advierto ya que no se van a poder sacar conclusiones de todo esto: muchas de las etimologías son muy oscuras, y hay muy pocos elementos para poder aclararlas en el futuro. Me baso en otro libro de Julio Caro Baroja, Sobre la religión antigua y el calendario del pueblo vasco, recomprado para la ocasión (aunque voy a tener que refrenarme, si voy a libro de este autor por post me va a salir caro).

Y empezamos precisamente por la palabra urte, «año». Su etimología es poco clara, pero habitualmente se la ha relacionado con ur, «agua». Morfológicamente parece muy sólido (-te es un sufijo antiguo de valor temporal, que aparece en palabras como como elurte «nevada», de elur «nieve», o sute, «incendio», de su, «fuego»). Pero semánticamente cuesta encontrar la relación. ¿Puede hacer referencia a las épocas de lluvias, esto es, periodo de tiempo entre una época de lluvias y otra? Hoy en día al menos no se puede hablar en el País Vasco de una «época de lluvias» como existe en otras latitudes (la partición antigua del año parece que era simplemente en «verano», uda, e «invierno», negu, ambas de etimología totalmente oscura).

Pero existe una posibilidad de relacionar el agua, ur, con los términos del calendario, por medio de una muy antigua raíz, urtz– (con variantes dialectales ortz- y ost-). Su significado es de «cielo», «bóveda celeste», y debió estar asociada también a la idea de Dios (en el ya famoso Códice Calixtino, Aymeric Picaud, al pasar por tierras vascas, dejó escrito «Deum vocant Urcia», «llaman Urtzi a Dios»). Además de «cielo», tiene el significado de «trueno» en varias zonas. ¿Un paralelo de la raíz indoeuropea *DIEUS, que dio en latín IUPPITER (por medio de DIEUS-PATER), de significados parecidos? Apoya a este hipótesis el que el día «jueves» esté relacionado con este Dios tanto en las lenguas romances (IOVIS, genitivo de IUPPITER) como en las germánicas (el dios equivalente era THOR, de donde «thursday»), y que lo mismo ocurra en euskera: ortzegun, ostegun «jueves» (sería «día de Ortzi»).

Por otra parte, existe otra raíz que aparece a veces en paralelo a ortz- con la idea de «cielo» como «fuente de la luz», que es la raíz egu-. Esta raíz está presente en eguzki («sol», que vendría a ser «luz del cielo»), egun «día», ekain «junio» (descomponible a egu-gain, «altura de la luz», interpretable como el solsticio de verano), ekaitz («tormenta», o «cielo malo») o incluso un sinónimo para «jueves» paralelo al que ya hemos visto: eguen, «(día) del cielo». Egu- podría ser la raíz más antigua para expresar «cielo», siendo luego sustituída por ortz-, que como hemos visto, recoge conceptos de posible origen indoeuropeo (y posteriormente por la actual zeru, que proviene directamente del latín CAELUM).

El antónimo de esta raíz eg-, «luz», parece ser il-, «oscuridad». Si egun es «día» (periodo de la luz), ilun es «oscuridad» (periodo de lo oscuro); y si eguzki es «sol», ilazki/ilargi es «luna». Estas formas parece estar claramente asociadas (si no son la misma) a il/hil, «muerte» y también, y aquí volvemos al calendario, «mes». Los vascos, según todos los indicios, contaban el año por meses: hilabete, «mes»; significa literalmente «luna llena». Esto obviamente no es desconocido a otros pueblos: en inglés mismo es evidente la relación entre «month» («mes») y «moon» («luna»).

Y en el nombre del primer mes, urtarril («enero») encontramos precisamente dos elementos ya conocidos: urtar-il «mes (o luna) del año (o de las aguas)». Parece que este mes tenía una significación especial: de hecho, el día después del solsticio era eguberri, «día (o luz) nueva», nombre que hoy se ha trasladado al día de Navidad. El resto de los meses parecen tener nombres derivados de las tareas agrícolas, cuando no tomados directamente del latín.

Y si del mes pasamos a la semana (aste), vemos que se ha relacionado habitualmente con asi/hasi («empezar»). Sabemos que el concepto «semana» es bastante moderno y de origen judío, por lo que su adaptación en el calendario vasco ha tenido que ser bastante forzada. Parece que esta palabra indicaba otro periodo de tiempo, y que después se usó para designar éste. ¿Podría ser «comienzo (del mes»)? Esta idea se apoya en el nombre de los tres primeros días de la semana: astelehen, astearte, asteazken «lunes, martes, miércoles» que literalmente significan «principio, intermedio, final (del aste)»; se ha especulado, así, que el aste podría ser el «comienzo» del mes, tres días especiales que luego pasarían a ser los tres primeros días de la nueva «semana». Otros términos se usaron igualmente para el resto de días, como igande, literalmente «subida» (otra vez el prefijo -te, con la «t» cambiada a «d» de forma regular ante nasal), que podría haber sido «plenilunio», y que se usó para «domingo». Ya hemos hablado del jueves, calcado del sistema latino (ortzegun o eguen); el lunes tiene otro sinónimo, ilen, «(día) de la luna», que se explicaría también como calco de «lunes», «monday», etc.

Y todos estos datos, como se ve, inconexos, problemáticos y en definitiva muy oscuros, son la mayor parte de lo que sabemos sobre el antiguo calendario vasco: dos raíces antiguas (una quizás autóctona y otra indoeuropea), un sistema lunar primitivo (aunque quizás tampoco autóctono), y una adaptación forzada a las estructuras temporales que llegaron después. Datos muy poco seguros todos, pero no por ello menos apasionantes.

Olentzero joan zaigu… Los orígenes del Olentzero

Hace poco leía en Twitter a @fr_carrillo: «Que un carbonero vasco se ponga a repartir regalos a los niños, bueno. Pero que lo haga justo en Navidad ya es falta de originalidad». Y si no se sabe más, efectivamente suena todo un poco raro. Pero ¿quién es el Olentzero? ¿De cuándo data el mito? Voy a intentar dar unas pinceladas sobre el tema, que es extenso, aquí.

Se ha llamado al Olentzero el «Papá Noel vasco», porque es una figura mitológica que trae regalos a los niños en Nochebuena. Su figura es la de un carbonero, y pese a que actualmente se celebran en su honor desfiles a semejanza del desfile de Reyes, su celebración habitual era la confección y posterior quema de un muñeco con su efigie, y la salida de coros durante el día 24 cantando su popular canción.

Pero ¿de dónde surge esta figura del Olentzero? El padre de la antropología vasca, Barandiarán, popularizó la leyenda más conocida al respecto. En ella se habla de cómo en la sierra de Aralar, los jentilak (gigantes vascos que vivían antes de la humanidad, y erigidores míticos de los megalitos) vieron una gran luz al Este, y al preguntar al más anciano de todos, éste dijo «¡Ay, hijos míos! Kixmi («el mono», nombre que daban a Jesucristo) ha nacido, y nuestra época se ha acabado. Despeñadme por este acantilado». Así lo hicieron, y el resto se desperdigaron y desaparecieron, excepto uno, que decidió bajar a los pueblos a anunciar esta venida a los campesinos, y éste fue después conocido como Olentzero.

Este mito, si bien interesante, no menciona varias de las características de la figura. Otra de las fuentes principales es la canción que se le canta habitualmente. Su primera parte parece ser simplemente descriptiva, y ya menciona su carácter de carbonero («Olentzero se ha ido al monte a trabajar, con la intención de hacer carbón. Cuando ha oído que Jesús ha nacido, ha venido corriendo a darnos la noticia»), pero en la siguente se le pinta simplemente como un comilón y barrigudo: «Ahí va, ahí va, nuestro Olentzero, está sentado con la pipa entre los dientes. También tiene capones con huevos, para merendar mañana con una botella de vino. Olentzero, cabezón sin entendimiento, esta tarde dicen que se ha bebido un pellejo de cuatro arrobas. ¡Ay, cerdo barrigudo!».

Y si nos vamos al Euskalerriaren Jakintza de Azkue, antropólogo anterior a Barandiarán, vemos que en Larraun se trataba de un gigante borracho de ojos rojos que se colgaba de la chimenea, sin ninguna de las características citadas antes. Pero parece íntimamente relacionado con un tronco que se ponía ardiendo durante todo el día, costumbre extendida por multitud de zonas del mundo. ¿Puede que el muñeco fuera simplemente la personificación de este tronco, como uno más de los símbolos solsticiales?

Por último, la etimología nos da otra información interesante. -zaro significa en euskera «época» (como en zahartzaro, «vejez»), y una de las formas antiguas del mito es Olentzaro, por lo que su traducción podría ser «época de las Oles». Y estas «Oles», si bien hacen referencia a las canciones «de aguinaldo» habituales en esta época del año, según Caro Baroja se referirían a las «antífonas de la O» que se cantaban entre el 17 y el 23 de diciembre, y de las que, como última curiosidad, surgió la advocación de «María de la O».

Como se ve, multitud de elementos antropológicos sin una unidad clara. Aunque, obviamente, poco tenían que ver el San Nicolás original con el Papá Noel actual, ni los Magos de Oriente con los Reyes actuales. Así se van construyendo los mitos, en la antigüedad y hasta hoy.

La filosofía del Athletic Club de Bilbao

«Nous sommes en 2007 après Jésus-Christ; tous les clubs de football sont formés par des légions de joueurs étrangers… Tous? Non! Car un club composé d’irréductibles Basques résiste encore et toujours à l’envahisseur.»

Una de las instituciones más singulares del País Vasco pertenece al mundo del deporte: el equipo de fútbol de Bilbao, el Athletic Club. Fue fundado en 1898, siendo el club de fútbol profesional en activo más antiguo de España (con la excepción del modesto Recreativo de Huelva); junto con Real Madrid y Fútbol Club Barcelona, es el único que ha permanecido en Primera División todas las temporadas de la Liga desde el inicio de la competición; y, tras haber ganado sus últimos títulos un par de décadas atrás, en la actualidad alterna temporadas meritorias (como los subcampeonatos de Europa League y Copa del año 2011) con otras regulares (clasificando en medio de la tabla).

gabarra-camiseta-athleticPero la característica principal que lo identifica y que lo hizo ser definido por L’Equipe ya en los años 70 como «caso único en el fútbol mundial» es su llamada «filosofía», una limitación autoimpuesta que les hace fichar únicamente a jugadores «de la tierra»: jugar «sin extranjeros» o más específicamente «sólo con vascos».

Tal y como se entiende en la actualidad (no existe ningún documento que la refleje de forma «oficial», dado que es una «regla consuetudinaria», por tradición, nunca expresada en un reglamento), esta «filosofía» se concreta así:

Son susceptibles de jugar en el Athletic los jugadores que hayan nacido en alguno de los territorios de habla vasca (la Comunidad Autónoma Vasca, la Comunidad Foral de Navarra, y los territorios de Lapurdi, Zuberoa y la Baja Navarra en el departamento francés de los Pirineos Atlánticos) o que, sin haber nacido en ellos, se hayan formado futbolísticamente desde pequeños en alguno de ellos.

A la vista de esta descripción, ¿qué es lo que no significa esta filosofía?

  • No tiene nada que ver con la raza: en 2011 debutó el lateral baracaldés de raza negra Jonás Ramalho
  • Ni con el número de apellidos vascos: uno de los héroes del último título conseguido en 1984 se llamaba Luis De la Fuente Castillo
  • Ni con el lugar de nacimiento estrictamente: en los años 80 el portero del Athletic era brasileño de nacimiento (Vicente Biurrun) pero formado futbolísticamente en San Sebastián
  • Ni por el otro extremo:el actual centrocampista Ander Herrera se formó en la cantera del Real Club Zaragoza, pero nació en Bilbao.

El sentido de esta «filosofía» es vario. Por una parte, salvaguardar el valor del fútbol como competición entre naturales de una zona contra los de otra, frente a la tendencia mercantilista y de negocio que impera actualmente (y de la que el mismo Athletic no ha podido escapar en ocasiones, desde luego). Pero por otra parte, rodeados de clubs repletos de estrellas extranjeras, los aficionados del Athletic disfrutan de saber que en su club las «estrellas» serán siempre cercanas, que un niño que juega en tu calle lo tendrá mucho más fácil que en otros sitios para cumplir su ilusión de jugar en el equipo de sus sueños. La mayoría de los aficionados saben que esto hace dificilísimo para el Athletic volver a obtener triunfos en esta época de globalización, pero disfrutan mucho más con cada pequeño éxito. Como decía Chesterton, «el juego de ponerse límites a sí mismos es uno de los secretos placeres de la vida».

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¿Fue siempre así esta tradición? No, no lo fue. En los primeros años participaron jugadores ingleses en él (en 1902 veíamos en las alineaciones nombres como William Llewellyn Dyer, Cazeaus y Walter Evans). Fue 1911 el año en el que, tras una disputa con la Real Sociedad de San Sebastián, se decidió renunciar al uso de jugadores no vascos.

En más de 100 años, obviamente ha habido casos donde esta tradición se ha estirado mucho. El delantero Fernando Llorente, por ejemplo, cumple el criterio por haber nacido en Pamplona, si bien fue un nacimiento coyuntural (era el hospital más cercano a su población de origen riojana); y Mario Bermejo, aunque llegó a jugar unos minutos en la temporada 96-97, no los cumplía en puridad (se formó futbolísticamente en la cantera del Racing de Santander, y nació igualmente en Santander, aunque su padre fuera de Bilbao).

Se ha pensado también, de cara al futuro, si esta filosofía es mantenible o si es necesario modificarla de algún modo, por ejemplo fichando jugadores infantiles de otras zonas, al estilo del Ajax, para poder así «cumplir» con el criterio de haberse formado en Bilbao, pero la mayoría de los aficionados no consideran esto una forma correcta de interpretar la tradición: se asume que, si un niño viene al País Vasco, tiene que ser por «causas naturales» (trabajo de su familia, etc); lo contrario sería «hacerse trampas al solitario». Con algo más de aceptación, se ha hablado sobre ampliar la filosofía para que puedan jugar en el equipo descendientes de familias vascas en la diáspora, pero por ahora no se ha dado este paso tampoco.

Y es que, incluso tras temporadas muy malas, la amplísima mayoría de los socios del Athletic defienden mantener esta tradición (en una encuesta llevada a cabo en 2010, sólo el 7% de los socios se mostraban partidarios de abandonarla). Y parece que así va a ser al menos en el futuro próximo. Y desde este Roble, árbol que aparece en el propio escudo del club, nos unimos a este sentimiento. ¡Y por muchos años!

Topónimos vasco-latinos

Otro de los debates recurrentes cuando se habla de historia vasca es el de la romanización. En concreto, un mito muy extendido es el que se podría resumir con la frase «A Euskadi nunca llegaron los romanos», o «los vascos nunca fueron romanizados». Antes se defendía esta idea aludiendo a una supuesta independencia conseguida por medio de la lucha contra Roma. Actualmente es más escuchado un argumento más cercano a la realidad: a Roma no le interesaban nada estas tierras del norte, por lo que las ignoró, y de ahí el bajo grado de romanización.

Aunque es cierto que éstas no eran tierras demasiado útiles para la cultura mediterránea romana, no por ello el argumento es cierto, y existen un buen número de argumentos para refutarlo, que se podrán listar en otro momento. La realidad es que el País Vasco fue tan romanizado como todas las tierras de alrededor (algunas de ellas igual de «norteñas» y poco útiles), en todo excepto en la lengua (y sí, esto es una anomalía que no se ha explicado suficientemente).

Sólo quiero dar hoy un argumento para demostrar la profunda romanización de la zona de habla vasca: la toponimia. Un gran número de pueblos, algunos de ellos de porcentajes de habla vasca altísimos, tienen como nombre topónimos latinos evolucionados después en el euskera, siguiendo las reglas de la derivación de palabras latinas en este idioma.

Voy a dar simplemente una muestra de diez topónimos vascos muy conocidos que han sido interpretados a partir del latín. Hay que notar que los argumentos filológicos no son siempre concluyentes, y que alguna de estas interpretaciones puede discutirse. Pero me parece una buena muestra de lo profundo que caló la romanización en estas tierras.

  • LAUDIO/LLODIO. Este pueblo de Álava, muy cercano a Bilbao, muestra en su doble forma vasca (Laudio) y romance (Llodio) su origen común: CLAUDIO. En euskera, el grupo consonántico latino inicial CL se convierte en L (ECCLESIAM > eleiza), mientras que en castellano da LL (CLAVEM > llave), y como es bien sabido, el diptongo AU da O (TAURUM > toro). La etimología presenta algunas dudas (podría ser CLAUDIANUM, dado que sabemos que Ochandiano dio en euskera Otxandio; y además, CLAUDIO en castellano hubiera debido dar *loyo), pero el origen latino es claro.
  • BERMEO. La voz latina VERMICULUM, «de color rojo», dio lugar a formas del tipo «bermello» o «bermeyo» en las lenguas romances («bermejo» en castellano actual). En los documentos más antiguos de esta villa de Bizkaia su nombre aparece como Bermeio y Vermelio, que pueden relacionarse sin problemas con aquella.
  • MAÑARIA. Parece clara la procedencia latina del nombre de esta población vizcaina: BALNEARIAM (la B- latina da M- en varios casos en euskera, como BACILLUM > makil). Se trataría de una forma a mitad de camino entre la original latina y el castellano «bañera», «zona de baños» (en su término se encuentran varios manantiales ferruginosos y sulfurosos), y tendría varios paralelos en otros pueblos vascos, como Mañueta o Mañeru (aunque para Mañeru se han sugerido otros orígenes, si bien todos latinos).
  • LEKEITIO. Habitualmente se hace derivar su nombre del del río Lea, pero con muchas dificultades. Alfontso Irigoien propuso una etimología latina que no presenta problemas materiales: el nombre de persona NICETIUM; la N- inicial da en ocasiones L- en euskera (NUMERUM > lumero), y la -C- latina mantiene su carácter oclusivo (PACEM > pake), siendo la posible secuencia NICETIU > *neketio > *nekeitio > lekeitio.
  • FORUA. Parece obvia la procedencia latina del nombre de esta población: FORUM. Se sabe de hecho que se construyó sobre un poblado romano del siglo I.
  • ARAKIL. El nombre de este municipio navarro deriva directamente de una mansio Aracaeli, nombrada en el itinerario de Antonino como una población situada poco después de PAMPELONE. Caro Baroja ha supuesto que el nombre original fuera Ara Coeli, «Altar del Cielo», haciendo referencia a la cercana Sierra de Aralar. Edito: como nos recuerda un comentarista, se ha ligado a Arakil (y a una población de la Ribera del Ebro, Araciel) con el antropónimo ARACILLUS, de origen céltico.
  • LEIRE. Se ha especulado mucho con el nombre que da lugar a este monasterio navarro. Antiguamente se documenta con variadas formas, como LEIOAR, LIGOAR, LEIER, y se ha especulado con que provenga de un antiguo nombre de persona LEGIONARIUM
  • GETARIA. Se ha especulado que tanto la Getaria guipuzcoana como la vascofrancesa pueden provenir de la voz latina CETARIA, «venta de peces», (palabra relacionada con el actual «cetáceo»), con la sonorización típica del paso de términos latinos al euskera (como TEMPORA > denbora).
  • ZALDONDO/ZALDUENDO. Pese a su apariencia vasca, el nombre de este municipio alavés proviene de una importante palabra latina, SALTUS, «región forestal, bosque, selva». La evolución fonética es clara (S- > Z- como en SUCUM > ZUKU, y LT > LD como en ALTAREM > aldare), y la palabra en sí es importante en la historia vasca: Plinio el Viejo, al describir el territorio de los vascones, diferenciaba el sur cultivable, AGER VASCONUM, y el norte boscoso, SALTUS VASCONUM.
  • DURANGO. Entre las variadas hipótesis para este nombre (y su variante antigua «Duranco») sobresale la que sugirió Julio Caro Baroja: DURANICUM, posesión de un tal DURANIUS (de donde vendría también el pueblo de Durana en Álava, por ejemplo).

No quiere decirse, obviamente, que toda la toponimia vasca sea de este estilo, ni mucho menos. Estos ejemplos no dejan de ser minoritarios, pero sí son al menos sintomáticos de una realidad indubitable: la de la profunda -excepto, como se ha dicho, en la lengua- romanización del País Vasco, romanización que lo igualó a sus tierras vecinas y lo integró dentro de la que quizás fue la mayor corriente de civilización de la historia.

Julio Caro Baroja: Ritos y mitos equívocos

Tener un blog también sirve de excusa. Por ejemplo, todos esos libros que uno ha anotado mentalmente para adquirir, pero que aún no se ha animado a comprar por distintas razones, cobran una nueva luz cuando se plantea «Uy, lo bien que me vendrá este libro para contar tal o cual cosa en el blog… Sí, sí, claramente es necesario».

Eso es lo que me ha pasado con este libro: Ritos y mitos equívocos, de mi idolatrado Julio Caro Baroja (Ediciones Istmo, 1989, Madrid); como dice la contraportada, «una lúcida exégesis de algunos ritos y mitos del folklore español, hallando a veces sorprendentes similitudes con creencias y prácticas de la antigüedad clásica».

Un vistazo a su índice ya nos promete cosas interesantísimas como:

  • Danzas agrarias (vasco-navarras) y ritos oscuros
  • La leyenda de don Teodosio de Goñi
  • Arquetipos y modelos en la historia de la brujería
  • Sobre el árbol de Guernica y otros árboles con significado jurídico y político

No se trata de que las interpretaciones de Caro Baroja siempre sean correctas; por ejemplo, una de las más inspiradoras que tuvo, la que trazaba el origen de los dialectos vascos actuales en las tribus prerromanas, ya ha sido descartada por otros datos. Pero sí que es capaz de analizar de una forma extremadamente lúcida hechos culturales (tradicionales) actuales, y combinar su conocimiento de la tradición con una gran erudición clásica, demostrándonos en multitud de ocasiones que el pueblo vasco nunca ha estado aislado de la corriente romanizadora, sino más bien al contrario.

Les iré contando, no lo duden.