Casa Blanca de Navarra

La primera piedra de la Casa Blanca la puso un navarro.

Dicha así, esta frase parece estar esperando la continuación de un chiste, ¿verdad? Pues no, no lo esperéis. La frase es estricta y literalmente cierta. Y tampoco es que contenga una enseñanza o una moraleja de ningún tipo: lo que sí encierra es una de esas bonitas historias que quedan ocultas o cuasiocultas en los grandes libros, y que de vez en cuando conviene rescatar.

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El chico se llamaba Pedro. La cuestión de su apellido ya es más complicada: en Estados Unidos se le conoce sobre todo como Casanave (y Peter de nombre), en España suele pensarse que la forma original del apellido era Casanova, pero por otras variantes que aparecen en la documentación del momento, yo me inclino a pensar que se trataba de Casenave o Cazenave, apellido de origen bearnés.

Quizás la única información sobre su origen que se sostiene con seguridad es que era de Navarra, sin que se haya podido precisar más… aunque indagando un poco, hay un dato curioso. En varias webs de etimología datan su nacimiento en «Navarreaux». Este lugar no existe, pero sí uno muy parecido: Navarrenx, que está en el Béarn, cerca de la frontera con Zuberoa. Un dato interesante, pero como no explican de dónde lo han sacado, poco concluyente.

Sí parece que era sobrino de Juan de Miralles, un importante comerciante (también de esclavos) afincado en Cuba, que fue escogido por Carlos III en 1778 como el observador y representante de la Corona española en los nacientes Estados Unidos de América. A raíz de su trabajo como lo que hoy diríamos «enlace diplomático», se cimentó una gran amistad entre él y el mismo George Washington, lo que probablemente ayudó a que su sobrino pudiera establecerse allí con mayor facilidad. Miralles nació en Petrer, por cierto, pero sus abuelos eran bearneses por las dos ramas (otra conexión bearnesa).

Parece que Pedro Casenave (volvamos a él) nació alrededor de 1763; no es un dato seguro, pero se dice que tenía unos treinta y tres años cuando murió en 1796. Se dice también que era el decimotercer hijo de un abogado y comerciante navarro, y ya se sabe: los hijos que no fueran el primogénito debían irse a Madrid, a la Iglesia o a la mar. Y Pedro optó por esto último. Desembarcó en los recientes Estados Unidos en 1785 (con 22 años, más o menos) y con 200 dólares en el bolsillo y chapurreando inglés.

Puso en marcha con ese dinero una tienda de importación de aceite, jamón y otros productos españoles (¡lo que vendría a ser un «ultramarinos» a la inversa!). Montó después una especie de «sala de baile nocturna para caballeros que no tienen tiempo durante el día» (¡!), y ya en 1790 se hizo agente inmobiliario, empezando a comprar y vender terrenos en lo que entonces se llamaba Georgetown (que había sido fundada no mucho antes, en 1751) y después sería parte de Washington DC.

También en 1790, Pedro se hizo «sponsor» de la primera Universidad católica de los Estados Unidos, Georgetown College. Administraba los fondos de sus alumnos, y llegó a ayudar de su propio bolsillo a estudiantes con problemas económicos. En 1791 casó con una joven católica llamada Ann Nancy Young, hija de un prominente empresario de la ciudad; y en algún momento de estos años pasó a formar parte de la Francmasonería americana, de cuya Logia nº 9 llegó a ser Maestro.

Mientras tanto pasaban cosas en la capital de los Estados Unidos, Filadelfia. El motín de un regimiento (que se atrincheró en la sede del Congreso exigiendo que se les pagara lo que se les prometió durante la Guerra) llevó al Congreso a abandonar la ciudad. Desde entonces se fue buscando un nuevo lugar para afincar la capital de la nueva nación. El debate era agrio: los estados norteños (representados por el Partido Federalista) querían que la capital fuera una de las grandes ciudades del norte; los sureños, por su parte, con el Partido Republicano, querían que no estuviera en ninguna ciudad y que se hallara en territorio del sur. Tal y como se cuenta en el musical «Hamilton», finalmente se impuso la opinión de los sureños Jefferson y Madison, tras aceptar ellos a cambio el plan del federalista Hamilton de crear una banca central que financiara la deuda de los estados.

El lugar que se escogió fueron las orillas del río Potomac, entre Virginia y Maryland. Se creó un Distrito que albergaría la nueva ciudad (porque quería evitarse que la capital perteneciera a un estado concreto), y ese Distrito (Distrito de Columbia, que es lo que significan las siglas DC) contendría un par de ciudades ya existentes: Alexandria y Georgetown.

El propio Washington escogió el lugar para la erección de la «Casa Presidencial» (no se le empezó a llamar «Casa Blanca» hasta 100 años después), aunque él mismo no llegó a habitarla, siendo su sucesor John Adams su primer habitante (como se ve en una maravillosa escena de la miniserie John Adams, de HBO).

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(Interpretación de un artista desconocido sobre la construcción de la Casa Blanca. Smithsonian Institute)

En 1792 todo estaba preparado para comenzar la construcción, y el encargado de dirigir la construcción fue… efectivamente: Pedro Casenave, el navarro que entonces tendría unos 30 años, de gran reputación en su ciudad, Maestro de la Logia número 9, y sobrino del gran amigo de Washington.

Y así ocurrió. Los obreros (una buena parte esclavos, como ha recordado Michelle Obama recientemente) cavaron un primer hoyo, y Pedro colocó en él la primera piedra de los cimientos, además de una placa que decía «Esta primera piedra de la Casa Presidencial se colocó el día 12 de octubre 1792, y en el 17 º año de la Independencia de los Estados Unidos de América» (sí, la Casa Blanca se comenzó a construir el día del Descubrimiento de América por Colón. En el Distrito de Columbia, recordemos). Después, con gran solemnidad, enterró la piedra con unas paletadas de arena, y probablemente volvieron a «The Fountain Inn», la taberna de Georgetown donde habían estado celebrando el evento ese mismo día.

La carrera de Pedro Casenave alcanzó su punto culminante el año siguiente (1793), cuando escogido alcalde de Georgetown (el quinto que ocupó el puesto desde la fundación de la ciudad). Lamentablemente, murió muy joven poco después, en 1796. Su hijo Peter llegó a estudiar en la misma Universidad a la que él había ayudado.

Y así son las cosas. Una historia curiosa, que cuenta cómo un navarro acabó siendo el protagonista de uno de los eventos más importantes de la historia de los Estados Unidos. Intrahistoria en toda su plenitud y en toda su belleza.

(para más datos interesantes sobre la ceremonia y la fuerte relación de los organizadores con la francmasonería, hay un buen artículo aquí)

(y se han escrito libros incluso sobre dónde está ahora la piedra, qué decía REALMENTE la placa que la acompañaba, y qué enigmáticos misterios ocultaron los francmasones en ella. ¡Apasionante!)

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Nombres para un país: País Vasco

En anteriores posts he analizado dos de los nombres más conocidos actualmente con los que se ha denominado la tierra de habla vasca: Euskal Herria, primero, y Euskadi/Euzkadi, después. Pero en castellano, en nuestra época, el nombre que más se utiliza no es ninguno de estos dos sino otro que, pese a su apariencia natural, no está exento de complicaciones y curiosidades: «País Vasco».

Fui testigo de primera mano de esas complicaciones. Hace tiempo, hablando con dos chicas a las que acababa de conocer, mencioné que vivía en el País Vasco, y acto seguido me acusaron de apoyar al terrorismo y ser cómplice de sus crímenes. Esto, claro, me dejó un tanto perplejo. Les dije «¿Por ser vasco?», y me respondieron «No, por usar ese nombre, por defender que las Vascongadas son un país. Eso te delata como independentista, así que haces el juego a los terroristas».

Más allá de los saltos lógicos del argumento, esta reacción dejaba a la luz una dificultad, terminológica o etimológica, si se prefiere, a la hora de analizar y entender el término «País Vasco». ¿Qué significa?

«País Vasco» es, legalmente, la denominación oficial de la Comunidad Autónoma que reúne a los territorios de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa. El Estatuto de Gernika lo explicita así: «El Pueblo Vasco o Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad, y para acceder a su autogobierno, se constituye en Comunidad Autónoma dentro del Estado español bajo la denominación de Euskadi o País Vasco».

Es el nombre usado habitualmente en castellano (cuando no se emplea alguna de las denominaciones en lengua vasca ya comentadas por aquí). Pero no es especialmente histórico. El territorio de habla vasca se había llamado históricamente Vasconia en una época, Cantabria en otra, y estas tres provincias habían recibido también el nombre de «provincias vascongadas». La mención más antigua que he encontrado (en el interesante libro de cartografía histórica vasca Mapas para una nación) a «País vasco-navarro» es de 1866; «País vasconavarro» se puso de moda a principios del siglo XX; y «País Vasco» a secas ya se usó, por ejemplo, en el proyecto de Estatuto de Estella de 1931, englobando también a Navarra: «Se declara que el País Vasco, integrado por las actuales provincias de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya…». Arturo Campión (político y escritor navarro defensor del concepto «Euskal-Erría») firma un artículo en 1907 llamado «Sobre el nuevo bautizo del País Basko» (criticando el uso del término «Euzkadi»). Y, si vamos al a Hemeroteca Nacional, descubrimos usos de «país vasco» tan antiguos como 1837 (mayoritariamente, eso sí, referidos al «País vasco-francés»), pero no más allá.

Así que el término «País Vasco» es relativamente moderno, del siglo XIX como máximo. ¿Y cuál es su origen? ¿De dónde viene exactamente?

karte-baskenlandSi bien «País Vasco», como digo, surge en el siglo XX, ya en los siglos anteriores se usaban en otras lenguas términos como «Baskenland», «Basque Country» o, sobre todo, «Pays Basque». Y parece que el francés fue la lengua de la que se tomó, a modo de calco, el término en castellano. Pero ¿significa lo mismo? Pues «pays«, al menos hoy en día, tiene un significado dual en francés: si su primera acepción es la de «territorio de una nación», la segunda es simplemente «región», y de hecho se usa habitualmente para denominar zonas que en castellano podrían no merecer sino el nombre de «comarcas» (Pays de l’Adour, Pays de la Chalosse…). ¿Se construyó «Pays Basque» como un término que luego cada cual interpretó como «nación» o como «región» según le interesó, aprovechando su ambigüedad? No es descartable.

De todos modos ¿por qué hablamos del francés? Si bien la acepción «territorio de una nación» es la empleada de forma general hoy en día en castellano, no es éste tampoco el único significado del término «país». La Real Academia Española de la Lengua lo define en su diccionario oficial como «Nación, región, provincia o territorio«, y la acepción de «región» sigue siendo usada de forma general en expresiones como «vinos del país» (que no parecen translucir deseos independentistas en las comarcas vitícolas a que se puedan referir).

produit-au-pays-basqueEtimológicamente, la propia palabra «país» viene del francés «pays», y ésta del latín «pagensis», «propio del pago», siendo «pago» «pueblo pequeño, aldea».

Los habitantes del «país», en este sentido, eran los «paisanos» (que aún hoy en día tiene el doble significado de «natural del mismo país o región que otro» y «que vive y trabaja en el campo, campesino»). (También de «pago» en latín se creó la palabra «pagano«, que significaba «campesino», pero que, dado que la religión cristiana penetró más tardíamente en el campo que en las ciudades, pasó a tomar el significado de «gentil»).

Y no he entrado en la datación del segundo término de la expresión, «vasco», pero en los comentarios, Ricardo Gómez me apunta un post de Joseba Abaitua donde discuten esa cuestión (¡gracias!).

De manera que sí: la denominación «País Vasco», que pareciera natural y sencilla, tiene también su complicación (ilustrada, por ejemplo, en esta interesante discusión). Y es que esto de los nombres, a poco que se profundice en ellos, es siempre interesante.

Nociones de euskera – 1

Pensando sobre el objetivo de este blog, me ha parecido curioso no haber escrito aún nada sobre el que quizás es el tema vasco que más interés suscita fuera de Euskal Herria, y que también es, curiosamente, el único del que puedo decir que domino un poco: el euskera.

Así que he decidido empezar lo que, con suerte, acabe siendo una serie de posts para dar a los lectores algunas claves para que les sea más fácil entender el funcionamiento del euskera. No se trata de un curso ni nada parecido, ni pretende ser exhaustivo (sería imposible); simplemente quiere ayudar a que quien no esté familiarizado con esta lengua pueda tener algunas nociones sobre ella, y, a la vez, ayudar a que desaparezcan algunos de los mitos que desde hace siglos corren sobre el euskera.

Para que estas nociones puedan tener un uso práctico, me propongo ejemplificarlas, en la medida de lo posible, con elementos que puedan aparecerse a un no hablante de euskera (ni habitante de esa zona) en su vida cotidiana. El caso más típico serán apellidos; otros pueden ser nombres de empresas, eslóganes, etc.

Sin más, ¡comenzamos!

Empezamos sobre los mitos: el euskera es una lengua extremadamente parecida al español. Esto no quiere decir que sea fácilmente comprensible (obviamente no lo es, pero el francés tampoco, y es una lengua hermana del castellano), ni que sus palabras sean similares (aunque muchas lo son, dado que más de la mitad de las palabras vascas actuales son préstamos latinos y romances), sino que su estructura es similar a la de lenguas como el castellano, el inglés, etc; es una lengua marcadamente europea. Si queréis lenguas «diferentes», id a las semíticas (como el árabe) o las sínicas (como el chino). El euskera emplea sustantivos, verbos y adjetivos, pronombres y conjunciones, cosa que, aunque no lo creáis, no ocurre en todas las lenguas; tiene un «tono» indoeuropeo muy marcado, por los más de 2.000 años de contacto con lenguas de esta rama (aunque en su origen no lo sea); se lee de forma muy similar a como se escribe; etc. Así, con unas pocas ideas (y un diccionario), es muy fácil empezar a interpretar algunos textos sencillos en ella.

Pero hay diferencias, claro. Y hay dos principales, que una vez se entienden son extremadamente clarificadoras.

La primera gran diferencia es el orden de las palabras. Hay cosas que en castellano estamos acostumbrados a verlas en un orden, y que en euskera aparecen en el orden inverso. Un caso típico es el «artículo determinado», que en castellano es «el/la» en «el perro/la casa» (o en inglés «the»). Esta palabra aparece en castellano siempre antes del nombre al que afecta («la casa»). En euskera aparece después: es la terminación «-a»: si «etxe» (pronunciado «eche«) es «casa», «la casa» es «etxea». Esto no es tan inusual: el rumano, por ejemplo (lengua romance hermana del castellano) hace lo mismo.

Esto nos lleva a la segunda gran diferencia: la unión de las palabras. Hay cosas que en castellano se expresan con palabras separadas, y que en euskera se unen en la misma palabra (como hacen lenguas tan distintas como el latín o el finés). Veíamos en el ejemplo anterior que «la casa» era «etxea», y no «etxe a»: el artículo («-a» en singular, «-ak» en plural) va unido a la palabra a la que afecta. «Etxea» es «la casa», y «etxeak» «las casas».

Por eso, cuando veais una palabra suelta en euskera que termina en «-a» o en «-ak», hay muchas probabilidades de que esa «-a» sea la del artículo (a veces hay palabras que sí que terminan originalmente en «-a», pero bueno, se van aprendiendo). Lo que pasa es que el artículo se usa en euskera mucho más que en castellano. Si alguien te pregunta «¿de qué color es esa casa?», tú responderás «roja»; pero si lo preguntas en euskera, se responderá «gorria». La forma habitual de las palabras en euskera cuando van sueltas es con artículo. Así, si ves «gorria», sabrás que la palabra es «rojo» (o «roja»; no hay distinción de género en estos casos). Y si ves «Los euskaldunak hicieron…» sabrás que la palabra es «euskaldun» («vasco»), y que «-ak» marca el plural. ¿Has leído alguna vez en un texto deportivo «los txuriurdinak», para referirse a la Real Sociedad? («blanquiazules») Si sabes que «txuri» (recuerda, pronunciado «churi») significa «blanco», y «urdin» «azul», ahora lo comprenderás.

Como has visto, hemos empezado ya a ver adjetivos. Es importante un detalle sobre el orden de los adjetivos. En castellano, los adjetivos pueden ir antes o después del nombre («la casa roja» y «la roja casa»); aunque tengan matices diferentes, ambas formas son correctas. En inglés sabemos que no es así: el adjetivo siempre tiene que ir antes del nombre. Bien, pues en euskera, el adjetivo siempre tiene que ir después del nombre. Si «berri» es «nuevo», «(la) casa nueva» será «etxe berria». Y si lo juntas para hacer un apellido, tendrás el famoso «Etxeberria».

Y un último comentario. Cuando hay una terminación que afecta a un nombre (en este caso hablamos del artículo «-a», pero veremos que hay otras), se pega al final del nombre. Pero si este nombre va acompañado de un adjetivo (como en «casa nueva»), dado que el adjetivo, como acabamos de ver, va después, la terminación se pega al último adjetivo. O sea, «la casa nueva» no se dice «*etxea berria», ni «etxea berri»: se dice «etxe berria«. Si dijéramos «la casa nueva roja», diriíamos «etxe berri gorria«. La terminación siempre iría, bueno, eso, al final.

Esto sería fácil si «-a» o «-ak» fueran las únicas terminaciones… pero ¡hay más! Bueno, las veremos en un siguiente post.

¿Dudas? ¿Comentarios? ¿Sugerencias?

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¡Santiago y cierra, Euskadi!

La noticia surgió el 3 de diciembre, y dio lugar a ciertas (comprensibles) chanzas: el Gobierno Vasco modificaba el Calendario Laboral y declaraba como día festivo el 25 de julio, el día de Santiago, Patrón de España.

Pero más allá de las bromas, ¿qué había suscitado este cambio? Echemos la mirada hacia atrás.

Euskal Herria, como tal, no ha tenido una fiesta histórica tradicional, como ha podido ser la Diada en tierras catalanas. Para cubrir esa carencia, el PNV instituyó en 1932 el Aberri Eguna (literalmente «Día de la Patria»), tomando como fecha de celebración el Domingo de Resurrección. Se ha sostenido que se escogió esta fecha por tratarse del día en el que Sabino Arana «descubrió» el nacionalismo de la mano de su hermano Luis («Pero el Domingo de Resurrección de 1882, ¡bendito el día en que conocí a mi patria!»), pero esta explicación no es nada segura, pudiendo estar tras la elección de la fecha simplemente la voluntad de marcar el simbolismo del día (la «resurrección» de la Patria Vasca).

Esta fiesta siempre tuvo un carácter marcadamente nacionalista, aunque el PSOE se sumó a ella en los años 70 (dejó de hacerlo en 1979). Una vez se constituyó la Comunidad Autónoma Vasca, hubo sectores que siguieron echando en falta la existencia de una festividad «neutra» que pudiera celebrarse en dicha comunidad autónoma. Por ello, con la llegada de Patxi López a la lehendakaritza, el Gobierno Vasco decidió dejar de lado las fechas con significación religiosa e instituir una nueva festividad oficial: el 25 de octubre, conmemoración de la firma del Estatuto de Gernika (y del día de la abolición de los Fueros), a la que llamaron «Día del País Vasco«. Esta fecha nació por iniciativa del PP, y con el apoyo del partido en el Gobierno, PSE-PSOE, y UPyD.

Ya en 2011 el PNV avanzó su intención de contemplar su sustitución por una fiesta que gozara de mayor consenso. Y, tras recuperar el Gobierno Vasco en 2012, el 14 de noviembre de 2013, con varios votos de EH Bildu, el PNV derogó la ley que declaraba festivo el 25 de octubre, y comenzó un proceso de dilucidación sobre su posible sustitución.

Se discutieron varias opciones. EH Bildu, por ejemplo, propuso el 3 de diciembre, festividad de San Francisco Javier, en la que ya se celebra el Día de Navarra y, sin caracter festivo pero sí con cierta participación institucional, el Día Internacional del Euskera.

Pero finalmente se impuso una opción ligeramente sorprendente: el 25 de julio, Santiago Apóstol, sería el nuevo festivo oficial. Pero no sustituiría al «Día de Euskadi» como fiesta oficial de la Comunidad Autónoma, pues el PNV declaró que hacerlo sin un consenso suficiente sería volver a caer en el mismo error que achacaba a PSOE, PP y UPyD.

¿Y por qué Santiago? No tengo claras las razones por las que se han llegado a esta decisión, pero sí es cierto que no se puede decir que se trate de un día sin tradición en estas tierras. Santiago Apóstol es, por ejemplo, el copatrón de la villa de Bilbao (junto a la Virgen de Begoña), y da su nombre a su Catedral (probablemente por estar situada la villa en el ramal norte del Camino de Santiago). En Vitoria-Gasteiz se trataba también de una fiesta de especial significación, en la que se celebraba desde 1926 el «Día del blusa«, las cuadrillas que amenizan las fiestas patronales que se celebran poco después. El Alcalde de Vitoria, Javier Maroto, del PP, ya había insistido en que se declarara como festivo este día por su tradición en Vitoria. El día de Santiago marcaba también las fiestas patronales de pueblos como Busturia, Ermua, Etxebarria, Gordexola, Gorliz o Zalla (por mencionar sólo pueblos de Bizkaia).

En resumen: no se trata de que el PNV haya decidido sustituir el «Día de Euskadi» por el «Día de España», sino que se ha escogido, para el año 2014, una festividad de cierto arraigo, pero se ha dejado nuevamente pendiente el debate sobre una fiesta oficial unificada. Quien lo considere necesario tendrá que seguir insistiendo.

¿Por qué «Eusko Ekintza»?

El panorama político vasco se ha visto sobresaltado a finales de diciembre por la aparición de un nuevo partido: Eusko Ekintza (EEK) («Acción Vasca»). Se enmarca sin dudas dentro de la «izquierda abertzale», y asume que su «ámbito natural» en el campo institucional sería la coalición EH Bildu, por lo que en principio no supondria ninguna alteración en el mapa electoral.

Pero la pregunta que todo el mundo se hace (basta una búsqueda en Twitter para confirmarlo) es ¿por qué Eusko Ekintza? ¿Cuál es su peculiaridad, ideológica o práctica, que les hace no «sentirse representados» por Sortu, EA o Aralar?

Un primer vistazo a su documento de presentación no da respuestas a esta duda. Se definen como «anticapitalistas, de izquierdas e independentistas». Buscan «la consecución de un nuevo sistema económico, social y político». Denuncian «la opresión y asimilación económica, política y cultural» del pueblo vasco. Y en lo referente a ETA, rechazan «todas las violencias», pero entienden que «Los abusos y crímenes del estado están quedando sin castigo», y exigen la «amnistía para todos los presos y refugiados políticos».

Hace falta hilar fino para empezar a encontrar matices diferenciadores. Por ejemplo, afirman que su partido «sí coincide con el resto de formaciones de la izquierda abertzale en lo que históricamente han sido sus objetivos generales, la independencia y el socialismo, con la particularidad de que creemos en un socialismo que esté basado en un fuerte sector público, comunitario y cooperativo» (negritas nuestras). En el ámbito organizativo, ponen el acento en su carácter asambleario, anunciando que no tendrán órgano directivo: “La asamblea será nuestra seña de identidad y nuestro norte, el trabajo compartido con los diversos grupos de izquierda y soberanistas (…) Nuestros militantes impulsarán el movimiento popular sin dirigismos ni ingerencias”, lenguaje que nos recuerda a los tiempos de Zutik, disueltos hace justo un año.

Sus promotores son en su gran mayoría antiguos miembros de la corriente de Bildu Ezkerretik Bilduz (Nekane Garmendia, Arritxu Santamaría), y anteriormente de EA (Peio Mari Olaeta, Santi Merino), movimientos anarquistas (Jakue Pascual) e independientes (Gotzone Rekondo, Enrique Lertxundi), que ya en las últimas elecciones pidieron el «voto crítico» (en eusk.) para EH Bildu, achacándoles enfocarse demasiado en el aspecto «institucional» y descuidar la relacion con los «movimientos populares» y con «otras formas de lucha» más allá de la institucional (lenguaje por el que fueron acusados en su momento de trotskistas).

Iremos descubriendo si la aparición de este nuevo partido supone algún cambio real en el escenario político vasco.

Bildu no perdió votos por gobernar (reseña)

Una nota rápida para reseñar un interesantísimo y esclarecedor post de Piedras de Papel: «¿Castigaron los vascos a Bildu por su gestión en el gobierno local?»

La respuesta que dan es que no. Y el método para deducirlo es muy elegante. Ven que Bildu subió votos en muchos municipios en las anteriores elecciones. En algunos de los municipios pasó a gobernar, pero en otros la subida no les llevó al poder. Si su pérdida de votos hubiera estado principalmente debida al desgaste de la acción de gobierno, como muchos comentaristas dijimos, sólo habrían bajado en los municipios que gobernaban, manteniéndose o subiendo en los que no. Pero la bajada de votos ha sido similar en todos los municipios en los que previamente habían subido, gobernaran o no, por lo que su causa debe buscarse en otros factores. Un gran trabajo.

10 preguntas sobre estas elecciones vascas

Finalmente hoy se está votando por el Parlamento de la Comunidad Autónoma Vasca. Se ha hablado de un «tiempo nuevo»: las primeras elecciones tras el cese armado «definitivo» de ETA, y las primeras tras un gobierno no presidido por el PNV. Aunque las encuestas parecen coincidir en las líneas esenciales de los resultados, quedan en el aire varias preguntas que se comenzarán a responder a partir de las 21:00 de hoy, y que intentaré ir trasladando en el Roble. Aparte de los medios habituales, os sugiero otros dos para ir siguiendo la actualidad de las elecciones: durante todo el día, la cuenta Twitter del periodista José Manuel Rodríguez; y a partir de las 20:30, la tertulia política que realizarán en Politikon.

Veamos cómo el electorado vasco responde a estas preguntas:

  1. ¿Ganará el PNV? Todas las encuestas parecen indicar que se repetirá en estas elecciones el mismo vencedor que en todas las de la historia excepto en 1986, donde el PSE le aventajó en 2 escaños, tras su escisión (aunque en votos sí venció el PNV, y en cualquier caso, mantuvieron la lehendakaritza). En este caso quien podría arrebatarles el puesto es EH Bildu, aunque parece poco probable.
  2. ¿Ganará EH Bildu? Hoy Escolar especulaba con una posible victoria de Bildu que no están presagiando las encuestas. Es complejo. Es verdad que la «izquierda abertzale» va a obtener el mejor resultado de su historia (nunca ha superado los 14 escaños, y hoy podría estar por encima de los 22). Mucha gente que no les votaba por un impedimento moral claro (el terrorismo de ETA) se siente libre de hacerlo ahora; han unido fuerzas con Aralar, EA y Alternatiba; el mero hecho de que varios partidos se coaliguen normalmente atrae a afines de la abstención; en fin, la fuerza de la marea está con ellos.
  3. ¿El PSE perderá o se desplomará? La pregunta no es si el PSE perderá, sino de cuánto. A pesar de que ha hecho una campaña inteligente, Patxi López ha dado una mala imagen durante su mandato; ni ha conseguido granjearse apoyos entre el nacionalismo, ni ha sido visto como lo bastante duro por quienes esperaban un cambio radical; votantes socialistas históricos se han indignado por su pacto con el PP, y votantes neutrales piensan que su gestión económica ha sido mala. La pregunta es si perderá 6 o 14 escaños de sus 25.
  4. ¿Será el PP decisivo? Tras una legislatura en la que Basagoiti había ido dando pasos de acercamiento hacia el PNV, la campaña electoral le ha situado de nuevo en un discurso claro de confrontación, en parte para capitalizar el descontento de ese lado del PSE, en parte para evitar la fuga de votos hacia UPyD causada por episodios como el «caso Bolinaga». Pero el contexto está contra él: sigue siendo «el partido de Rajoy», con el perjuicio de imagen que ello conlleva en la situación económica actual. Pueden perder 3 o 4 escaños, pero su apuesta es otra: ¿sumarán 37 escaños junto al PNV, de manera que puedan ser una alternativa que permita al partido nacionalista tener una opción más para sacar adelante medidas económicas? Curiosamente, cuantos más escaños saque el PNV esta vez, mejor será para las perspectivas del PP.
  5. ¿Aguantará Izquierda Unida? Como bien sabe el PNV, no hay mejor forma para asegurarte un desastre electoral que una escisión. Cuando además se parte de una situación mala (Ezker Batua sacó un único escaño en 2009), las posibilidades de desaparecer son grandes. Javier Madrazo ha escindido este año Ezker Batua («Izquierda Unida» en euskera) de la propia Izquierda Unida, que ha tenido que presentarse como Ezker Anitza («Izquierda Plural»). Ni siquiera las causas de esta ruptura son muy claras. Las encuestas aún así predicen que mantendrán el escaño, pero que se lo llevará Ezker Anitza. Y eso que ésta era una oportunidad inmejorable para que IU capitalizara mucho del voto descontento del PSE.
  6. ¿Continuará UPyD? Muchos auguraban que el paso de UPyD por el Parlamento Vasco iba a ser efímero; sin embargo, las encuestas coinciden en mantener a Gorka Maneiro en su escaño. Si bien UPyD recibe en general voto de dos grandes (y muy distintos) bloques de votantes (los que quieren una línea dura contra el nacionalismo, y los que quieren una «regeneración democrática» en los partidos), en la CAV parecen nutrirse sobre todo del primer bloque, que esta vez ha disputado fuermente el PP pero sólo a última hora. Algunos sugieren incluso un segundo escaño, que veo muy improbable.
  7. ¿Aumentará la participación? La sensación general era que sí. EH Bildu iba a recuperar a muchos votantes nacionalistas de la abstención; el PNV iba a movilizar hasta a su último elector para curar la herida de las anteriores elecciones; los otros partidos se iban a esforzar para evitar una hegemonía nacionalista absoluta. Pero el dato de participación de las 12:00 es de 2,4 puntos menos que en 2009. Algunos lo achacan a la lluvia, pero parece raro que éste sea en Euskadi un factor tan decisivo (aparte, en 2009 hubo también mal tiempo).
  8. ¿Se votará con normalidad? «La jornada transcurrió sin incidentes reseñables» es una frase hecha que intenta aplicarse cada vez que hay jornada electoral. El cese de ETA debería haber contribuido a ello, pero parece que sigue sin ser el caso. Varios manifestantes a favor de los presos de ETA han acosado a Patxi López cuando éste se disponía a depositar su voto. Este tipo de actos sirve como recordatorio de que, lamentablemente, queda aún mucho camino para llegar a la normalidad; no todo se acaba con ETA.
  9. ¿Qué opciones de gobierno quedarán abiertas? Eliminada la posibilidad de ninguna mayoría absoluta, y descartada por imposible políticamente (al menos en la actualidad) una alianza PSE-Bildu, las opciones básicamente son 2: o una coalición de gobierno estable (que podría ser PNV-PSE, un clásico en el Gobierno Vasco, o PNV-Bildu) o un gobierno del PNV en minoría. Pero si sólo alcanzaran mayorías con PSE y con Bildu, el PNV tendría un problema: ambos partidos le presionarían para obtener máximos réditos, sabiendo que el PNV estaría obligado a elegir entre uno u otro. Si la suma de PNV y PP también diera 38 escaños, las opciones quedarían mucho más abiertas. Y sobre PNV-Bildu, al le sigue interesando marcar diferencias con un socio «más nacionalista» que él, pero que aún no se ha alejado del todo de un pasado de violencia. Por eso yo apuesto por gobierno PNV-PSE sólo en caso de que PNV-PP no llegue a la mayoría absoluta (y, por supuesto, con un Patxi López lejos del País Vasco, que será condición indubitable del PNV para dicho pacto).
  10. Y, para relajar un poco, la gran pregunta: ¿quién de los participantes habrá ganado la Porra Electoral Vasca? ¡Mucha suerte a todos!

Seguiremos informando a lo largo del día, por aquí, y más informalmente, por mi cuenta de Twitter.

Edición 18:08: Los datos de participación a las 17:00 son de 47.21%. La distancia se reduce: sólo un punto por debajo de 2009 o 2005, peor que 1998 y 2001, pero mejor que 1990 y 1994. Los resultados por territorios son dispares: en Gipuzkoa aumenta casi un punto, mientras que en Bizkaia disminuye tres. Esto parecería indicar un mejor resultado de Bildu frente al PNV (o bien una muy gran caída del PSE), pero estas hipótesis siguen siendo un tanto vanas. Esperamos al dato de participación de las 19:00.

Edición 20:20: Primer sondeo, de la ETB. Grandes horquillas, resultados poco significativos, pero curiosos: las horquillas de PNV y Bildu casi se solapan, lo que supondría unos grandes resultados de estos últimos; el PSE confirmaría su desplome (podría perder más de 10 escaños), y no se confirmarían los escaños ni de IU ni de UPyD. Y el PP no perdería tanto, pero necesitarían que tanto PNV como ellos estuvieran en la parte más alta de la horquilla para poder ser alternativa. Poco más se puede decir por ahora.

Edición 21:13: Casi al 50% escrutado, PNV 27, Bildu 21, PSE 16, PP 10, UPyD 1. Una ventaja razonable del PNV frente a Bildu, la opción PNV-PP estaría cerca (a un escaño), el desplome del PSE no sería tan malo como podría haber sido, el tiro en el pie de Izquierda Unida obtiene el efecto completo, y UPyD salvaría su escaño. Es improbable que los resultados cambien mucho a partir de aquí.