¿Traducir los topónimos?

Cuando comencé a escribir este blog, ya en el segundo post me encontré con una importante disyuntiva: ¿debía escribir “árbol de Guernica” o “árbol de Gernika”? Tomé una decisión para ese caso, pero me di cuenta de que no tenía claros los motivos, y no era capaz de fundamentar esa decisión. Por eso decidí intentar recopilar los argumentos que suelen utilizarse para defender la opción de, al escribir en castellano, traducir o no los topónimos surgidos originalmente en otra lengua (los llamados exotopónimos o exónimos).

Aunque este debate tenga una incidencia especial en España por razones obvias, es de índole mundial: tiene incluso su propio grupo de expertos en la ONU, la UNGEGN, que convoca cada cinco años una Conferencia Internacional sobre el particular, la United Nations Conferences on the Standardization of Geographical Names (UNCSGN).

Voy a tratar de esquematizar aquí las distintas respuestas que se han dado a esta cuestión (en su muy variada casuística), aplicarla después al caso vasco, y explicar finalmente cuál es las decisión que finalmente he tomado y en qué la baso.

Me ocuparé únicamente de los nombres de lugar creados originalmente en otra lengua que emplee el alfabeto latino (para evitar la compleja problemática de la transliteración y dado que, obviamente, no va a afectar al caso vasco).

Los exotopónimos que entran en el uso cotidiano de la lengua castellana pueden ser de varios tipos (los iré mencionando con una nomenclatura del estilo de Exo1, Exo2.1, etc):

  • Exo 1: Topónimos que nunca han tenido una versión en castellano. Obviamente se mantiene la versión original: Washington, Aalborg, Guimarães.
    • La ONU aconseja mantener en estos casos los dignos diacríticos (tildes, diéresis…) que aparezcan en las formas originales.
    • Aunque existen idiomas (letón, lituano, turco…) que adaptan  incluso estos nombres a la escritura propia, en la línea de lo que la Real Academia del Español actualmente está haciendo con los préstamos lingüísticos.
  • Exo 2:Topónimos que en algún momento han tenido una versión en castellano. Se dividen en:
    • Exo 2.1: Topónimos cuya forma en castellano ya no es habitual hoy día. El uso normal en castellano es mantener la versión original: Ankara (pese a haberse usado Angora), Maastricht (Mastrique), Canterbury (Cantuaria) o Toulouse (Tolosa).
      • En este caso el problema es que la apreciación de si una forma es ya o no “habitual” es subjetiva. Google da un millón de páginas en español para Gotemburgo, y millón y medio para Göteborg, por ejemplo. Pero al menos el criterio sirve como referencia.
  • Exo 2.2: Topónimos cuya forma en castellano es la habitual hoy en día. El uso normal en castellano es emplear la forma castellana: Londres (London), Luxemburgo (Lëtzebuerg), Colonia (Köln).
    • Hay que recordar, no obstante, que la ONU, en sus distintas conferencias, anima a la progresiva desaparición del uso de exónimos propios de cada lengua (y al uso general de las formas originales en todos los casos), sus expertos reconocen también que se trata de un objetivo muy difícil de lograr.
    • Exo 2.2.2: Aquí nos encontramos con una excepción. Desde el siglo XX hubo varios países que establecieron una forma oficial y solicitaron a la comunidad internacional que, en lugar de emplear sus distintos exónimos, unificaran el uso en esa forma. Ha existido en estos casos una tendencia crecente a mantener la forma original: Irán (desechando la forma tradicional en castellano Persia), Myanmar (Birmania, aunque nos aclaran en los comentarios que se trata de un caso especial), o Beijing (pese a que el uso aún oscila entre ésta y Pekín). Aunque es verdad que a veces se han adaptado estos topónimos, como Thailand (por el antiguo Siam), que en castellano se ha adoptado como Tailandia, y que en cualquier caso, organizaciones como la Agencia EFE han rechazado esta tendencia.

¿Cómo afecta todo esto a todo esto a los topónimos vascos? Veamos si podemos emplear este mismo esquema a ejemplos vernáculos del País Vasco:

  • Exo 1: Topónimos que nunca han tenido una versión en castellano. Esta situación no ocurre en ninguna de las provincias de habla vasca en España, debido a que durante los últimos siglos la única lengua oficial que ha existido en ellas ha sido el castellano, por lo que todos sus topónimos de una cierta entidad han adquirido versión en este idioma.
  • Exo 2:Topónimos que en algún momento han tenido una versión en castellano. Se dividen en:
    • Exo 2.1: Topónimos cuya forma en castellano ya no es habitual hoy día. Este caso es bastante común: son ya de uso cada vez más restringido formas como Baquio frente a Bakio (75.000 resultados en páginas en español en Google frente a 4 millones). Lo mismo Guecho y Getxo, Marquina-Jeméin y Markina-Xemein, etc. En cualquier caso, como decimos, ser o no de “uso común”, excepto en casos extremos, es ciertamente subjetivo; y para añadir complejidad, hay formas que se mantienen en uso fuera de la propia zona vasca pero que han desaparecido del uso dentro de ella.
    • Exo 2.2: Topónimos cuya forma en castellano es extremadamente habitual hoy en día. Hay casos innegables, como Vizcaya, San Sebastián, etc. En estos casos parecería de rigor emplear estas formas de manera habitual. Pero recordemos:
      • Exo 2.2.2: Muchas de estas entidades de población han hecho de la forma vasca de su nombre la única oficial (Bizkaia es un ejemplo claro). Se trata de un caso análogo a los países antes mencionados: si hemos abandonado Ceilán por Sri Lanka, siendo además un país extranjero, ¿no sería algo equivalente abandonar Vizcaya por Bizkaia, e igualmente con el resto de casos?

La RAE, como sabemos, aconseja emplear los exónimos (las formas castellanas) excepto en textos oficiales cuando los endónimos (las formas en la lengua original) sean las únicas formas oficiales (ver el caso de Lérida). Y es cierto que no le faltan motivos. Vizcaya es un nombre con siglos de antigüedad, una herencia cultural de un idioma que ha estado presente en la tierra vasca meridional por muchísimo tiempo, un hermoso fruto del contacto vascorrománico. Perderlo duele (un vascoparlante podría imaginarlo si, por reciprocidad, tuviéramos que renunciar a formas como Madril, Errioxa o la misma Espainia, dado que el criterio sería el mismo).

Por otra parte, es cierto que el criterio de la RAE no está siendo regular, como se denuncia en este artículo.  Se relegan los antiguos exónimos Siam, Ceilán o Angora frente a formas modernas como Tailandia, Sri Lanka o Ankara; sí se mantienen las formas antiguas Birmania o Bielorrusia en vez de las modernas (y solicitadas por los propios países) Myanmar o Belarus, y no se acepta la moderna Beijing, pero también se rechaza el antiguo Pequín, prefiriendo una tercera forma no tradicional como Pekín. Efectivamente, no hay un criterio claro.

En resumen: entiendo que quien use Gernika aún en castellano estará yendo a favor de las indicaciones de la ONU y de las de la propia población: mientras que quien use Guernica estará manteniendo una herencia cultural viva en la lengua castellana. Por ello, considero que no puedo criticar ninguna de las dos posturas; y en lo personal seguiré empleando (como he hecho siempre) unas u otras formas según mi intuición me dicte en cada momento.

Todo esto no agota el debate, en cualquier caso, que sois más que bienvenidos a continuar en los comentarios. Y me declaro expresamente abierto a cambiar de opinión, si alguien consigue convencerme.

14 comentarios en “¿Traducir los topónimos?

  1. Más allá de las normas o dictados oficiales, creo que predomina la costumbre, por ejemplo, a mí me gusta más Bilbo (que trae a mi memoria ELSDA) pero siempre lo he llamado Bilbao y ahora me es difícil cambiar, igual me pasa con Lerida o La Coruña, son muchos nombres que con el tiempo se irán diciendo como deseen los pobladores del lugar, cosa que me parece lo más lógica

  2. Puf! Yo siempre tengo muchas dudas con esto. Al final tiendo a usar la que me sale más natural. Por ejemplo Vizcaya y Bilbao. No me acostumbro a Bizkaia y Bilbo ya ves. Sin embargo Gernika me sale así.

  3. Mu interesante el artículo, sí señor. Para el próximo, puedes tratar la adaptación onomástica, todavía hoy en día al uso sobre todo por lo que a reyes, papas y otras autoridades se refiere.

    Un apunte tan solo: nada Toulouse; Tolosa (pronunciado /tuluzo/). A ver si poquito a poco logramos que Francia firme la carta de las lenguas.

  4. Buenas!

    Me ha encantado el artículo. Yo siempre ando con esa discusión, y aunque es cierto que tiendo a utilizar la forma que me sale más natural (Londres en vez de London), racionalmente defiendo que se intente usar siempre el topónimo en el idioma original. Así, siempre uso Aachen (y no Aquisgrán).

    Además, tengo una anécdota que me hace defender aún más el uso del topónimo original: hace muchos años, probablemente 18 ó 20, estaba con mis padres de viaje por Europa, como siempre lo hemos hecho, coche y caravana. El objetivo de ese día era llegar a La Haya, en Bélgica, plano en mano. Como el plano estaba comprado en España, los topónimos estaban en español, claro. Y éramos incapaces de llegar, dimos vueltas y vuelvas y más vueltas… hasta que descubrimos que, de hecho, estábamos en La Haya, que se llama Den Haag en flamenco. Fue una situación hilarante que hoy, conociendo idiomas y con accesos a internet por todos lados, no se hubiera dado, pero que recuero siempre con cariño 😉

    Un abrazo,
    Marta

  5. El caso de Birmania es especial ya que Myanmar es el nombre impuesto por la junta militar golpista y que no está aceptado por la comunidad internacional salvo la UE que acepta ambas denominaciones, con su tibieza habitual.

  6. Hay otro aspecto que complica aún más el problema y son las situaciones de bilingüismo que suceden en Bélgica, Canadá o el País Vasco. Si se admite que la convivencia de las dos lenguas, vascuence y romance, ha sido habitual en el país, no cabría distinguir con propiedad entre exónimos y endónimos. ¿No deberían los topónimos de ambos orígenes considerarse endónimos?

    Ahondando en esta idea, además del topónimo está el problema de los adjetivos y gentilicios. Si adoptamos el nombre oficial Bizkaia, en un mismo texto podríamos vernos obligados a hacer convivir esta forma con el adjetivo castellano, por ejemplo en ‘bacalao a la vizcaína’ (que quedaría supongo al margen de la adaptación, bizkaína).

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